Estamos lejos de la reconciliación después de una guerra que duró 34 años y 10 meses. Se logró suscribir los Acuerdos de Paz al garantizar la impunidad de grandes crímenes perpetrados por militares, guerrilleros y civiles. Mientras no se enjuicie a los responsables, no puede hablarse de olvido y menos de perdón. Además, debemos ahondar en la historia de la guerra. No planteo el revisionismo de la existencia del genocidio y de las masacres sino superar mitos que se toman como verdades. Uno de los mitos consiste en la principal cifra de la guerra: la cantidad de víctimas.
Se afirma, con desparpajo, que «hubo 250,000 muertos y desaparecidos.» Es una afirmación sin respaldo. En las conclusiones de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (Tomo V, pág. 21), encontramos que ésta «registró un total de 42,275 víctimas, incluyendo hombres, mujeres y niños. De ellas, 23,671 corresponden a víctimas de ejecuciones arbitrarias y 6,159 a víctimas de desaparición forzada. De las víctimas plenamente identificadas, el 83% eran mayas y 17% eran ladinos.»
Lo enigmático es lo siguiente: «Combinando estos datos con otros estudios realizados sobre la violencia política en Guatemala, la CEH estima que el saldo en muertos y desaparecidos el enfrentamiento fratricida llegó a más de doscientas mil personas.» ¿A qué estudios se refiere? El Anexo III (Tomo XII), incluye la «Metodología intermuestra» (págs. 236-262), elaborada por el Programa en Ciencia y Derechos Humanos de la Asociación Norteamericana para el Avance de la Ciencia (AAAS) y conducida por el Dr. Patrick Ball. La estimación de «traslape», con base en las cuantificaciones de la CEH, REMHI y CIIDH, es que el número aproximado de asesinados, reportados a las tres entidades, sin duplicación, es 47,803. Destaca que ninguno de los proyectos cubrió las violaciones del período 1960-1977, y por eso, científicamente, ninguna ponderación para este período es posible con los datos disponibles. (Ver pág. 247, Tomo XII).
Al aplicar el error estándar, el total estimado de homicidios sin reportar a la CEH, el CIIDH ni al REMHI, fue de 84,468. Entonces, el cálculo final es que hubo 132,174 asesinatos en Guatemala entre 1978-1996, con un error estándar de 6.568. El período más violento se dio entre 1979 y 1984. Lo más cruento de la guerra ocurrió en el primer semestre de 1982. Las cifras son terribles y duele pensar en la forma en que mucha gente fue ultimada.
Si queremos ser veraces debemos sostener que no puede darse una estimación de víctimas fatales para el período total de la guerra. Sólo hay una cantidad aproximada para 18 años, además de distinguir que se refiere a homicidios y desapariciones forzadas, sin incluir gente torturada y herida, violaciones sexuales, destierros individuales y masivos, detenciones ilegales, lesiones psíquicas y otros horrores.
Es un agravio al honor de las víctimas, conocido en el Derecho Penal como «ofensa a la memoria de difuntos», que en la actual campaña electoral se afirme haber alcanzado la intensidad y la cantidad de crímenes que hubo durante la guerra interna. No permitamos que cometan ese delito de lesa verdad.