Cuando usted y sus hijos se hayan convertido en cenizas


A sabiendas que a mis pocos lectores no les agrada leer artí­culos que, a su parecer, son aburridos, porque abordan aspectos referentes al calentamiento global, insisto con este tema a propósito de los preparativos para la reunión mundial que acerca de este fenómeno será celebrada próximamente en Copenhague.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Un informe previo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por siglas en inglés) señala que el recalentamiento del sistema climático es inequí­voco y resulta evidente el aumento global de las temperaturas promedio del aire y de los océanos, el extendido derretimiento de las nieves y los hielos y la elevación del nivel global de los mares.

En caso de no tomarse acciones de estabilización de la concentración de la atmósfera de gases de efecto invernadero -reportó para al agencia de noticias IPS Gustavo Capdevilla-, a fines de este siglo, cuando a usted y yo nos hayamos convertido en cenizas, pero posiblemente aún vivirán algunos de sus nietos y otros descendientes, la temperatura promedio aumentará en cualquier parte del mundo  entre 1.1 y  6.4 grados.

Cientí­ficos de esta institución internacional que aún están preparado su quinto informe de evaluación, se reunieron la semana anterior en Barcelona y adelantaron algunas conclusiones alcanzadas durante los últimos años y que serán desarrolladas en el próximo estudio.

Se anticipa que, por ejemplo, la combinación de observaciones e informaciones paleo-climáticas demuestran que en el planeta han ocurrido cambios sin precedentes en el sistema climático, tanto en amplitud como en frecuencia de cientos a varios miles de años, de manera que, como lo he indicado en artí­culos anteriores -derivado de informaciones cientí­ficas- el derretimiento ampliamente extendido de márgenes de hielos se registra en Groenlandia y en la Antártica, con efectos en el aumento del nivel de los mares, y las emisiones de dióxido de carbono permanecerán en la atmósfera durante miles de años, causando cambios irreversibles en el clima y en la composición quí­mica de los océanos.

Con dudoso optimismo, el presidente del IPCC, Rajendra K. Pachauri, precisó que el precio de salvar la Tierra de los efectos del cambio climático es í­nfimo o en algunos casos inexistente, siempre y cuando las naciones industrializadas admitan el compromiso de efectuar los mayores recortes en la emisión de gases de efecto invernadero, y de compensar al mundo en desarrollo por los efectos perniciosos que les ocasiona el deterioro ambiental, del cual los paí­ses pobres no tienen ninguna o poquí­sima responsabilidad.

Deberá ser la ciencia la que determine las `posiciones de los delegados cuando decidan el destino del Protocolo de Kyoto, durante las negociaciones que se realizarán en Copenhague entre el 7 y 18 del mes entrante. La ciencia les debe decir -planteó Pachauri- que, para beneficio del planeta y de todas las especies que la habitan, las conclusiones del cuarto informe de evaluación del IPCC son totalmente válidas y deberán tenerse en cuenta para obtener un buen acuerdo en la reunión que se desarrollará en la capital de Dinamarca.

Si bien es cierto que los paí­ses subdesarrollados, como el caso de Guatemala, tienen poca o nula responsabilidad en el calentamiento global, no debe desestimarse que por las acciones irrazonables del hombre se perjudica a la naturaleza, y si no, allí­ está el patético ejemplo del lago de Atitlán, la deforestación masiva, la contaminación de los rí­os, la proliferación de basureros clandestinos, etc.

(Como efecto del cambio climático se registra una inundación en un pueblo del oriente del paí­s donde casi nunca llueve, y Romualdo Tishudo llama a los bomberos: -Mándeme una lancha, por favor, que el agua me llega a los tobillos. El socorrista replica: -No creo que lo amerite ¡usted está exagerando! Mi amigo repone: -Es que estoy en el cuarto piso de mi casa).