Cuando no se confí­a ni en los maestros


Según algunas cifras, se han dado caso en los centros de estudio en que los maestros se aprovechan de su posición para involucrarse sexualmente con sus estudiantes (archivo La Hora).

La problemática de los abusos sexuales en contra de los menores preocupa a las entidades encargadas de velar por este sector, especialmente porque se han descubierto varios casos en los que maestros han tenido participación en estos delitos.

Mariela Castañon
lahora@lahora.com.gt

El pasado 17 de noviembre el catedrático Federico Nufio Mancilla, de 40 años, fue detenido en la Escuela Normal Bilingí¼e Intercultural, en Camotán, Chiquimula, debido a que violó a una jovencita de 17 años.

Unos 50 pobladores arremetieron en contra del capturado, por la indignación que causó el hecho. Los vecinos le amarraron las manos con alambre, mientras era golpeado; fue entregado a las autoridades policiales para evitar que huyera.

Un mes antes, se habí­a dado un problema similar. En este caso, un catedrático abusó de un niño de nueve años y lo contagió de una enfermedad venérea.

Esto último sucedió en la Escuela Rural Mixta Magdalena Anay, ubicada en la comunidad Victoria, Santa Lucí­a Cotzumalguapa. La Policí­a Nacional Civil detuvo al abusador.

Para Nidia Aguilar, de la Defensorí­a de la Niñez de la Procuradurí­a de Derechos Humanos, estos hechos son aberrantes.

«Condenamos cualquier violación hacia niños y adolescentes y especialmente cuando se trata de las personas que los tienen que proteger, en este caso de maestros o de algún familiar en la casa», dijo Aguilar.

La Defensora señaló que la institución cuenta con casos de este tipo, pero son muy pocos, ya que la mayorí­a de las denuncias se hacen por medio de los juzgados de turno. Aguilar consideró importante la participación del Ministerio de Educación en estos casos, pues de ese modo se reaccionarí­a de inmediato.

La provincia es la más vulnerable. Aguilar argumentó que es en los departamentos donde se registran con mayor facilidad los hechos. Especialmente en los lugares más recónditos, debido a que las personas que causan los daños se sienten con libertad de cometer los delitos, y existe temor para denunciar; aunque. «í‰stos también se registran en la ciudad, es menor el número de demandas, porque hay más supervisión», apuntó la entrevistada.

Legislación

Existen instrumentos jurí­dicos que protegen a la niñez y juventud, entre ellos la Convención sobre los Derechos del Niño, así­ como la Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia, el Artí­culo 56 de ésta última señala que «los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a ser protegidos contra toda forma de explotación o abuso sexual, incluyendo: la incitación o la coacción para que se dedique a cualquier actividad sexual; su utilización en la prostitución, espectáculos o material pornográfico; promiscuidad sexual; y el acoso sexual de docentes, tutores y responsables».

Aguilar señaló que lo lamentable de algunos casos de violación sexual en contra de este grupo, es que los abusadores son castigados con condenas muy leves o conmutables.

Daños a la ví­ctima

De acuerdo con Carlos Ortiz, de la Liga de Higiene Mental, cuando un adolescente es ultrajado, la situación se torna «crí­tica», debido a que éste interrumpe su proceso de crecimiento y pasa de niño a joven de golpe, algo que podrí­a afectarle en esta nueva etapa de su vida, pues su estima se minimiza, mantiene un estado de tristeza y podrí­a tener problemas para conseguir pareja, por las secuelas de esa violación; igualmente en el caso de los niños, especialmente cuando son varones, ya que la sociedad guatemalteca mantiene aún rasgos machistas y rara vez acepta estas situaciones, podrí­a provocarle problemas para que se integre al entorno en el que vive, es decir al familiar o escolar.

«Las violaciones sexuales, marcan el resto de la vida de los afectados, por lo que para lograr salir adelante necesitarán apoyo integral, psicológico y legal, lo que muchas veces es difí­cil que se obtenga», manifestó Ortiz.

Perfil del victimario


El victimario actúa de esta forma, debido a que mantiene conflictos internos sin resolver, además que tiene muchas fantasí­as con personas inocentes e inofensivas, a quienes puede «controlar».

El violador, por lo regular, enfoca su atención en aquellos niños o jóvenes que considera desprotegidos, de quienes busca ganarse su confianza y acercarse a ellos de esa forma.

«En algunos casos estos victimarios buscan a su presa, aquel está desprotegido porque no lo vigilan, entonces comienzan ellos a maquinar de qué forma y de qué manera puede abordar a esta ví­ctima y poder hacer uso de todas sus facultades fí­sicas, mentales y emocionales», dijo el psicólogo.

La conducta del abusador podrí­a ser parte de situaciones que vivió en su infancia, ya que también pudo ser objeto de ultraje sexual, de parte de sus compañeros de grado u otra persona, a veces lo que busca es desquitarse o descargar su frustración en otro.