Menudo clavo se ha planteado para el Plan Visión de País luego de conocerse que la iniciativa de ley en materia de educación que fue presentada al Congreso no correspondía a la que había sido suscrita por los representantes de los partidos políticos y ahora se critica a los diputados por haber rechazado la propuesta, pero no se repara en el daño que hacen esos «técnicos» que presumen de apolíticos pero que viven llevando agua a su molino y manoseando lo que les viene en gana para lograr sus objetivos.
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Crucial sería en este momento determinar quién fue el experto que manoseó lo acordado entre los promotores del Plan Visión de País y los dirigentes políticos porque ello pondría en evidencia que no sólo en manos de los dirigentes de los partidos está la podredumbre, sino también existe, y acaso con mayores y más graves consecuencias, entre quienes presumen de su carácter técnico, de su carácter apolítico y experiencia científica, pero que en el fondo son más pícaros y largos porque tratan de aprovecharse de la ignorancia y superficialidad de quienes tienen que tomar en cuenta las decisiones políticas.
Ahora resulta que la Ley de Educación propuesta por el Plan Visión de País es huérfana porque las autoridades del Ministerio reniegan de lo que se planteó al Congreso y los diputados dicen que no coincide con lo que fue aprobado por los secretarios generales de los partidos políticos en el marco de ese esfuerzo por establecer grandes acuerdos con visión de largo plazo. Como siempre ocurre en nuestro país, deberemos pensar que algún duende deforme fue el que hizo micos y pericos con la propuesta y de todos modos siempre nos queda el recurso de volarle leña a los diputados que, debido a su impopularidad absoluta, pueden cargar con ese y con más muertos.
A lo largo de muchos años de experiencia hemos visto cómo abundan esos famosos tecnócratas que navegan eternamente en las aguas políticas sin mancharse y sin contaminarse, siendo al final de cuentas los responsables de muchas de las más grandes barrabasadas que han ocurrido en el país y que son aprobadas al final de cuentas por los actores políticos que generalmente actúan con ligereza, falta de cuidado al revisar lo que están aprobando y mucho de haraganería, todo lo cual facilita la labor de quienes se mantienen agazapados en alguno de los pocos «think tank» que existen en el país y que meten las manos en todos los gobiernos sin darse color, sin asumir compromisos ni correr con responsabilidades.
Por supuesto que lo más fácil y hasta popular es despotricar ahora contra los diputados y hacerlos responsables del descalabro que se avizora para Plan Visión de País, porque quién no está de acuerdo con volarle leño a los miembros del Congreso. Pero hará falta que los facilitadores de ese esfuerzo digan quiénes son los técnicos que metieron su mano de mono, para que vayamos desnudando a quienes son expertos en tirar la piedra y esconder la mano. Para desnudar a quienes manosearon la Ley de Educación con fines aviesos que les vienen inspirando desde hace mucho tiempo y que esperaban concretar gracias al respaldo masivo que se dio a un enfoque que ofrecía políticas de largo plazo como prioridad esencial. Y aprovechando ese gran consenso, creyeron que podrían dar el golpe definitivo a la educación pública y garantizar la tendencia privatizadora que ha sido su sueño de opio desde hace mucho tiempo.