Es común observar a los niños mientras juegan y se dejan llevar por su imaginación, sin embargo, existe un número significativo de menores que en lugar de distraerse durante su niñez, deben caminar diariamente hacia la rehabilitación.

Alexander Alvarado Vicente tení­a cinco años cuando empezó a sentir que un «gusano le picaba en el oí­do»; él, junto a otros cinco hermanos, hijos de madre soltera, viví­an en Rabinal, Baja Verapaz, y no tení­an ni idea del mal que les acechaba.

Entonces, gracias a la ayuda de una ONG, Alex fue llevado, junto a su madre, a la Unidad Nacional de Oncologí­a Pediátrica (UNOP) en donde, luego de exámenes de sangre y biopsias, les dieron el temible diagnóstico: el «gusano» que molestaba el oí­do del niño en realidad era cáncer.

Para doña Sandra Vicente el resultado fue doloroso, «yo me sentí­ triste porque nunca me imaginé que él se podí­a enfermar de eso», dice, mientras recuerda que a pesar del dolor que sentí­a y las mucha horas en el hospital, Alex nunca dejó de sonreí­r.

Esta es sólo una de tantas historias anónimas de los más de tres mil pacientes que la UNOP ha atendido desde sus inicios en el año 2000; lo preocupante es que esta cantidad se queda corta, pues a decir de Gloria Isabel de Dios, directora ejecutiva de la institución, 11 de cada 10 mil niños tienen posibilidades de contraer cáncer.

CIFRAS ALARMANTES

Según explica De Dios, en la UNOP se registra diariamente un caso nuevo de enfermedad, lo que significa que mensualmente hay 30 niños que necesitan recibir tratamiento para poder vivir; no obstante, esto representa solamente la mitad de la población que debe ser atendida.

«Según las estadí­sticas, más de 700 niños padecen de esta enfermedad, nosotros tratamos a la mitad, el resto está en sus casas o comunidades, quizá sin saber que tienen cáncer», asegura la directora ejecutiva.

Y es que según los datos de la unidad de oncologí­a, el 75% de los pacientes atendidos proviene de las áreas de mayor pobreza del interior del paí­s, el otro 25% pertenece a la ciudad.

Otro dato significativo muestra que el 90% de las familias de niños que padecen cáncer infantil cuentan con ingresos mensuales menores a los Q2 mil, mientras que el tratamiento tiene un costo aproximado de Q400 mil por cada niño.

Esto hace pensar que muy pocos tienen la oportunidad de ser atendidos y mucho menos de sanar, pero, como cuenta doña Sandra, «si uno tiene da una cuota, si no de todos modos los doctores lo atienden; ellos son muy amables», dice.

DEJAR A LA FAMILIA

Esta enfermedad, como muchas otras, no afecta únicamente a los pacientes, el resto de la familia también debe luchar para seguir adelante.

Doña Sandra se vio obligada a dejar a sus otros cinco hijos en Rabinal y pedir alojamiento en casa de un familiar. Visitaba su lugar de origen cada semana y se alimentaba y pagaba los buses que utilizaba todos los dí­as con el dinero que ganaban sus hijas en la venta de refacciones hechas por ellas.

Esta madre se sostuvo así­ durante un año, tiempo durante el cual Alex acudió al UNOP para recibir las quimioterapias.

Sí EXISTE CURA

El cáncer de niños es altamente curable; de cada 100 pequeños que padecen la enfermedad 70 tienen posibilidades de salvarse, esto si se realiza un diagnóstico a tiempo, se lleva un tratamiento adecuado y un correcto seguimiento.

La directora del UNOP indica que cada niño debe asistir durante ocho años al centro, pues tres de ellos se utilizan para el tratamiento y cinco para el seguimiento, esto debido a que no se puede abandonar al niño sin estar completamente curado.

Ahora, luego de dos años, las tomografí­as revelan que el cáncer de cerebro de Alex es casi nulo. Doña Sandra aún debe llevarlo a consulta cada dos meses, pero le alegra escuchar que «el gusano» ya no molesta como antes a su hijo.

«Tengamos paciencia; si tenemos fe en Dios, í‰l hace el milagro y cura», dice conmovida esta madre que está confiada en la total recuperación de su hijo y que espera transmitir ese mensaje de esperanza a otras personas en una situación similar.