Los republicanos, con el presidente George W. Bush a la cabeza, parecen resignados a que Hillary Clinton se haga con la investidura demócrata, pero se mantienen vagos sobre el candidato y la estrategia a adoptar para cortar su impulso y conservar el control sobre la Casa Blanca.
A cuatro meses de las primeras consultas electorales, nada parece poder detener a la senadora, inmersa en una serie de entrevistas televisivas, debates y sondeos, donde mantiene la superioridad frente a sus rivales.
El dominio de sí misma de Hillary Clinton, su conocimiento de los asuntos en curso, su ejército de consejeros demócratas -entre ellos su esposo, el ex presidente Bill Clinton-, motivaron que la semana pasada Bush dijese que «tiene una presencia nacional» y las mayores posibilidades de hacerse con la investidura demócrata, con la intención de reemplazarlo posteriormente al mando del país.
«Creo que nuestro candidato puede vencerla, pero la competencia será dura», reconoció Bush, según los extractos de un libro que se publica próximamente.
Minados por la impopularidad de la guerra en Irak y de su presidente, los republicanos siguen divididos sobre el mensaje que quieren transmitir a los electores.
«Los republicanos deben encontrar la forma de representar un futuro distinto del gobierno de Bush, sin entrar en la confrontación con Bush, es un equilibrio muy delicado», apuntaba el domingo en la cadena ABC el ex presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Newt Gingrich, que renunció a presentarse en la carrera electoral.
«Si elegimos un candidato de la continuidad, vamos a perder», predijo.
Conscientes del dilema, los candidatos republicanos se analizan y sutilmente evocan la edad de oro de su partido. «Debemos empezar a comportarnos como republicanos (…) pero republicanos tipo Ronald Reagan o Teddy Roosevelt», dijo la semana pasada el ex gobernador de Massachussetts, y uno de los favoritos a la investidura del partido, Mitt Romney.
«Es tiempo de que Washington cambie y eso empieza por nosotros», aseguró Romney que tiene la ventaja de los sondeos en Iowa (centro) y compite codo a codo en Nueva Hamsphire (noroeste) con el republicano Rudy Giuliani. En ambos estados tendrán lugar las primeras primarias de las elecciones.
El ex alcalde de Nueva York clama que es «el único republicano capaz de vencer a Hillary Clinton», a la que se refiere con regularidad, ignorando a sus rivales de partido.
Dean Spiliotes, politólogo de Nueva Hampshire, estima que la personalidad de Hillary Clinton suscita tanta hostilidad por parte de los republicanos, que algunos miembros del partido desean con vehemencia que la candidata se haga con la investidura demócrata, pero solo con la idea de tener mayores armas para vencerla a continuación.
Pueden «reutilizar todas las antiguas críticas en contra de los Clinton», dijo a la AFP, o atacarla en su postura y afirmar «que se movió hacia la izquierda del partido demócrata y se convirtió en rehén de organizaciones anti-guerra como Moveon.org».
Según Spiliotes esto también les permitiría «alimentar las dudas sobre la capacidad de una mujer para ser comandante en jefe en tiempos de guerra».
Pero Gingrich estima que esta táctica puede fallar: «pienso que intentar batir a la senadora Clinton sobre el terreno personal es una locura».
«En Estados Unidos todos los que van a votar en contra de Hillary Clinton saben todo lo que hay que saber sobre ella, y los que van a votar en su favor también», dijo a la ABC.
«Pienso que el partido republicano tendrá dificultades para movilizar el tipo de energía que galvanizó su participación en 2004», estima por su parte Linda Fowler, profesora de ciencias políticas en Dartmouth College.
A menos que «el odio (hacia Hillary Clinton) sea el único elemento que los una», dijo la profesora a la AFP.