Exploradores a bordo de un barco de juncos, semejante a los construidos en la prehistoria, intentarán reescribir la historia cruzando el Atlántico Norte hacia Europa para probar que los lazos comerciales entre los dos continentes se remontan a la edad de piedra.
Su misión: contradecir a los expertos que afirman que, si los hombres y mujeres prehistóricos hubieran podido navegar desde Europa hacia América gracias a los vientos y corrientes favorables, el regreso habría resultado imposible.
El Abora III y sus 12 tripulantes, en su mayoría ciudadanos alemanes, se lanzarán mañana al asalto del Atlántico Norte al partir de Nueva York para un viaje de seis a nueve semanas hacia el sur de España.
El equipo es dirigido por Dominique Goerlitz, un botánico y arqueólogo alemán, apasionado por las pinturas prehistóricas de más de 15.000 años que representan barcos de juncos.
En 1970, el explorador noruego Thor Heyerdahl probó que el viaje de Este a Oeste del Atlántico era posible al atravesar el océano en un barco de juncos. En este travesía, Heyerdahl aprovechó los vientos a favor y la potente corriente ecuatorial.
Pero el viaje se anuncia más difícil para el Abora III, que deberá enfrentar los potentes vientos del Atlántico antes de alcanzar las islas de Azores y luego Cádiz, en España.
El Abora III fue construido por una tribu indígena de Bolivia a orillas del lago Titicaca, donde también se hizo la balsa Kon-Tiki, utilizada por Heyerdahl en otra de sus expediciones.
El Abora III, que mide 12 metros de longitud y cuatro metros de ancho, no posee motor de auxilio. Se compone de dos cascos, un mástil de 11 metros de altura y una vela en lino de 60 metros cuadrados.
«La embarcación está sólidamente amarrada. No corre el riesgo de partirse en dos, ni de volcar», afirmó Groelitz, que para diseñarla se basó en su estudio de las representaciones prehistóricas de los barcos, parientes de las naves construidas en el antiguo Egipto.
Pero la expedición dista mucho de estar libre de peligros.
«Nuestra mayor inquietud es el tráfico marítimo», explicó Michael Gruenert, encargado de la logística del proyecto. «Los buques de carga son enormes hoy día y no nos verán en su radar».
El proyecto comenzó hace cinco años y costó alrededor de 750.000 euros. La mayoría de los fondos se reunió gracias a préstamos y a contribuciones personales de los participantes, entre los cuales figuran un ingeniero, un carpintero y dos estudiantes.
«Queremos que los expertos se beneficien de nuestros datos», dijo Gruenert, que adelanta la hipótesis de que «el comercio transatlántico existía mucho antes de los vikingos y de Cristóbal Colón».
Ante la cercanía de la fecha de partida, el equipo admite estar un poco nervioso por lo que está en juego en la expedición.
«Estamos estresados. Trabajamos constantemente, incluso de noche», contó Michael Polzin, un instructor de vela jubilado que será el «mecánico» del viaje. «Pero es una aventura que no me habría perdido por nada del mundo», añadió.