Cristianos sui géneris


EDUardo-Blandon-2013

Esa violencia que penetra en lo más hondo del corazón humano es sorprendente, pero es más pavorosa cuando son los cristianos los que la incitan y manifiestan en ciertas circunstancias. Déjeme explicarle a qué me refiero. Por mi condición de exmonje, en ocasiones tengo la suerte o el infortunio (ya no sé en realidad cómo tomarlo) de encontrarme con parroquianos devotos, adoradores del culto, gente que repite de memoria textos bíblicos y sujetos con sensibilidad pasmosa cuando ven maldad en su entorno. No siempre la experiencia es edificante y en más de una ocasión he deseado no haberla vivido.

Eduardo Blandón


El otro día, por ejemplo, me encontré con una cristiana pía que, hablando de todo un poco, me soltó que mataría sin trámite alguno a la mujer que se metiera con su esposo. “Yo la mato a esa hijeputa, si se atreviera a arrebatarme a mi marido”, me dijo. Su cara reflejaba la amargura que de pronto parecía arder en sus entrañas.
Es difícil comprender (yo no lo logro nunca) a una persona que arde en celo por convertir a Cristo a los gentiles –los paganos y ateos que pululan por el mundo–, pero que son portadores al mismo tiempo de un carácter en el que la violencia es siempre justificable. Y lo que provoca más afanes científicos quizá sea el paso de la piedad al sentimiento de destrucción del prójimo.
La otra experiencia la tuve la semana pasada cuando un cristiano fervoroso me confesó su disponibilidad de prenderle fuego a un delincuente si tuviera la ocasión de hacerlo. “No lo dudaría ni un instante, me espetó, esa mierda de gente no merece vivir”. De antología su honestidad, el Evangelio vale madre, el “caritas Deus est” es paja de cristianos con fe infantil.
Es esa la actitud que aleja a muchos del redil. ¿Quién quiere compartir la fe con gente que vive su religión partida en dos, de manera incoherente e inconsecuente?  No creo que haya alguno. Pero asómbrese, aún hay más, los dos amigos mencionados son predicadores de alto nivel. Su ambón se extiende a la red: Facebook, Twitter, YouTube… son los San Pablo de la posmodernidad.
No quiero ser cruel ni ensañarme contra los cristianos de buena voluntad que son muchos. Quiero llamar la atención sobre ese sentimiento violento del que somos portadores un poco todos. Y mire, si eso expresan quienes siguen al Dios amoroso y tierno, al buen Padre que no sabe sino hacer el bien, imagínese a quienes no tienen más referente que los modelos de televisión. Tenemos que revisar nuestra conducta agresiva y los cristianos quizá deberían ser más benevolentes (y muy consecuentes, por supuesto).