El estallido de la crisis financiera, que dio lugar un año atrás a la intervención masiva de los principales bancos centrales del mundo, puso fin al «crecimiento a crédito» y afectó duramente a la economía mundial, que además debió enfrentar la disparada de los precios del petróleo.
El 9 de agosto de 2007, el Banco Central Europeo (BCE) dejó estupefactos a los medios financieros al inyectar un monto récord de 94.800 millones de euros en el flujo monetario de la Eurozona.
La Reserva Federal estadounidense (Fed) siguió su ejemplo al desembolsar al mercado 24 mil millones de dólares. Los bancos centrales de Japón, Suiza y Canadá también intervinieron de la misma manera.
Estas inyecciones de efectivo buscaron remediar una brusca escasez de liquidez que amenazaba con asfixiar a los bancos comerciales.
Todo comenzó cuando las instituciones comerciales decidieron no prestarse más dinero entre ellas, al sospecharse mutuamente afectadas por la crisis generada por los créditos inmobiliarios estadounienses de riesgo («subprime»), que habían provocado la quiebra de varios bancos desde febrero.
«En Estados Unidos había una burbuja inmobiliaria que debía estallar», explicó Holger Schmieding, economista del Bank of America.
Muchos hogares estadounidenses se endeudaron fuertemente gracias a las bajas tasas de interés fijadas por la Fed a partir de 2003. Cuando los tipos comenzaron a subir, ya no pudieron cumplir con sus pagos.
«Llegamos al final de un ciclo, el de un crecimiento a crédito y de un exceso de endeudamiento», estimó Veronique Riches Flores, economista jefa para Europa del banco francés Societe Generale.
Para muchos economistas, la crisis era inevitable. «Si no hubiera habido una crisis «subprime», hubiéramos tenido otra cosa», dijo Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard y ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Los problemas inmobiliarios se concentran hoy a una parte del mundo, esencialmente Estados Unidos, Gran Bretaña, Irlanda y España. Pero el deterioro de la economía adoptó múltiples variantes y surgió una nueva amenaza: la inflación.
«La reciente alza de los precios del petróleo y de las materias primas afecta al mundo entero», sostuvo Schmieding. «Se trata de un nuevo «shock» que afecta directamente a la economía real y que se suma a la crisis financiera», añadió.
Las perspectivas de la economía mundial parecen bastante más sombrías que hace un año. Gobiernos y organismos internacionales, además, siguen revisando a la baja sus previsiones de crecimiento.
«A raíz del alza de los precios del petróleo, la mayor parte del crecimiento europeo de este año será transferido a los países productores de materias primas», pronosticó el economista Elie Cohen, director de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia.
La escalada de precios del oro negro, que se acercó en julio a los 150 dólares el barril, complica también considerablemente la tarea de los bancos centrales, porque al intentar dominar los empujes inflacionistas corren el riesgo de minar un crecimiento ya debilitado.
Esta disparada de la inflación «plantea sobre todo un problema a la Fed, que no podrá continuar por mucho tiempo su política monetaria complaciente», consideró Rogoff. El banco central estadounidense redujo sus tasas directrices de 5,25% a 2% en menos de un año.
En junio, el Banco de Pagos Internacionales, el «banco central de los bancos centrales», con sede en Basilea, deploró los pasados excesos en materia de crédito barato y estimó que podría ser necesario subir más las tasas para sanear el sistema financiero.