El jefe del Estado italiano, Giorgio Napolitano, inició hoy unas consultas para resolver la grave crisis creada por la renuncia del primer ministro, Romano Prodi, ocurrida tan sólo nueve meses después de su llegada al poder.
El jefe del Estado italiano, Giorgio Napolitano, inició hoy unas consultas para resolver la grave crisis creada por la renuncia del primer ministro, Romano Prodi, ocurrida tan sólo nueve meses después de su llegada al poder.
El presidente de Italia, ex dirigente del Partido Comunista, es el único según la Constitución italiana que tiene el poder de disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones, o de encargar de nuevo a Prodi o a otra personalidad de consenso la formación de un nuevo Ejecutivo.
El complejo mecanismo político obliga al presidente –considerado una personalidad por encima de todas las partes y elegido por el Parlamento– a explorar las diferentes salidas para la crisis.
Napolitano empezó a recibir desde hoy mismo en el palacio del Quirinale, sede de la Presidencia, a los principales líderes políticos así como a los presidentes del Senado y la Cámara de Representantes, Franco Marini y Fausto Bertinotti, respectivamente, ambos exponentes del centro-izquierda.
Napolitano consultará también a los ex presidentes de la República y a los líderes de los diferentes grupos parlamentarios e inclusive a Prodi, esta vez como simple político, para intentar establecer si se puede formar un gobierno mínimamente sólido con el actual Parlamento.
Romano Prodi renunció inesperadamente a su cargo ayer tras ser rechazada en el Senado la política exterior de su gobierno de centro-izquierda, mal aceptada por los sectores más radicales de la coalición.
Dos senadores comunistas, contrarios a la presencia de tropas italianas en Afganistán y a la ampliación de la base estadounidense de Vicenza (norte), desobedecieron a los acuerdos de la coalición y se abstuvieron de votar.
El gobierno de Prodi, creado en mayo de 2006 ya débil, con una mayoría de apenas un voto en el Senado, estuvo siempre a riesgo.
Apoyado por nueve partidos, que van desde los moderados católicos de centro hasta los verdes y comunistas, el gobierno de centro-izquierda ha tenido a lo largo de estos meses numerosos tropiezos para gobernar.
La mayoría de los líderes de centro-izquierda apuntan a un segundo mandato para Prodi, el llamado ’Prodi bis’, una solución empleada profusamente en el pasado y que permite evitar la convocatoria de elecciones anticipadas.
«Nosotros estamos con Prodi y sólo con Prodi», advirtió el secretario de Refundación Comunista, Franco Giordano, en una entrevista al diario Il Messaggero.
Prodi, que hasta ahora no se ha pronunciado públicamente y que en 1998 se vio obligado a abandonar el gobierno, también por los comunistas, aceptaría de nuevo el cargo sólo en caso de que se firme un pacto «blindado» entre la mayoría, sostienen sus allegados.
La crisis de las «dos izquierdas», como la califica hoy la prensa local, refleja la grave situación de la izquierda italiana, profundamente dividida entre un sector moderado que quiere gobernar y otro, minoritario, que no está dispuesta a llegar a compromisos con sus ideales pacifistas
«El centro-izquierda entró en una grave crisis», tituló el diario económico Il Sole 24Ore.
Los diarios citan el difícil camino del gobierno de Prodi, marcado por «espinas» como la legalización de las parejas de hecho, obstaculizada por la Iglesia católica, la ampliación de la base estadounidense de Vicenza, la ambigua posición adoptada ante la cooperación italiana en el secuestro ilegal de la CIA de un imán egipcio y la decisión de dejar las tropas italianas en Afganistán.
Por su parte buena parte de la oposición de derecha se comporta con prudencia, sin pedir abiertamente la celebración de elecciones, mientras su líder, Silvio Berlusconi, guarda silencio, limando la estrategia a seguir.
Sólo la Liga Norte, la derecha populista, pide elecciones anticipadas, mientras los democristianos de la UDC, ex aliados de Berlusconi, invitan a una «tregua».
Esa UDC propone indirectamente un «gobierno técnico», sin perfil político, que reforme la ley electoral, indicada como la verdadera culpable de la ingobernabilidad e inestabilidad de Italia.
El dimisionario jefe del gobierno italiano, Romano Prodi, ha sido víctima por tercera vez en sus experiencias como primer ministro de la defección de sus aliados comunistas.
«Es una película que ya hemos visto. El gobierno Prodi ya fue derrotado por los mismos responsables que en la época se llamaban comunistas y ahora se llaman izquierda radical», comentó el líder histórico de los radicales italianos Marco Pannella.
En octubre de 1997, Prodi, que había ganado las legislativas de 1996, se vio forzado a presentar su renuncia como presidente del consejo de ministros después de un voto de oposición de los comunistas a su proyecto de presupuesto general estatal.
Encargado de formar un nuevo gobierno, volvió ante el Parlamento, donde obtuvo la confianza para su nuevo ejecutivo después de un acuerdo con el líder de Refundación Comunista (PRC), Fausto Bertinotti.
Un año más tarde, en octubre de 1998, Prodi fracasó en obtener un voto de confianza después de la defección del PRC y volvió a presentar su renuncia.
Ahora, será sustituido al frente del gobierno por su aliado de coalición, Massimo D’Alema, actualmente ministro de Relaciones Exteriores.
Ayer, durante un voto sobre la política extranjera del gobierno, la coalición de Prodi obtuvo 158 votos en lugar de la mayoría requerida de 160 sufragios.
Los dos votos que habrían podido salvar la mayoría son los de los senadores Fernando Rossi, elegido con los colores de los comunistas del PDCI, y Franco Turigliatto, miembro de los comunistas del PRC.
Ambos, presentes en el Senado en el momento de la votación, se abstuvieron, haciendo que el gobierno de Romano Prodi quedase en minoría.