El alba despuntó junto a los pasos de los obreros. El punto de reunión fue el mismo de cada año: el Monumento al Trabajo, también conocido como Muñecón. Poco a poco las decenas de miles de trabajadores solidarios y combativos acompañados de mantas, consigas y voluntad iban acuerpando la marcha del Primero de Mayo.
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El manifiesto de la marcha se hizo escuchar: la exigencia de mejores condiciones laborales, la equiparación de los salarios de acuerdo al costo de la canasta básica, la creación de una política nacional de salarios en pro del combate al desempleo y la estabilidad laboral, la revisión del incremento en los precios de productos y servicios básicos, la solicitud de acciones para resolver la crisis energética por medio de la suscripción de convenios con Petrocaribe, la rotunda e histórica oposición a los procesos de privatización de los servicios públicos, entre muchas otras.
A pesar que las exigencias planteadas el recién pasado jueves en la conmemoración del Día del Trabajo, están relacionadas a la coyuntura nacional e incluso internacional; la mejora de las condiciones laborales para cientos de miles de trabajadores ha persistido por años.
Con un 70% de trabajadores ubicados en la economía informal, una fuerza laboral con mínimos ingresos, una constante y descarada violación a las normas laborales, la clase trabajadora es colocada en una situación exageradamente precaria en la que parece no avanzarse.
En 1947, el doctor Juan José Arévalo Bermejo, presidente de Guatemala, hizo entrega del Código de Trabajo. La historia no pudo tomar mejor nota de su claro pronunciamiento en favor de la clase obrera mientras pronunciaba su discurso en el Parque Central: «Mi Gobierno, el Gobierno de la Revolución, hace entrega pública, en acto solemne, de este instrumento de la Revolución que es el Código de Trabajo, para que lo llevéis a vuestros hogares (…) y lo defendáis con vuestra sangre o vuestra vida».
Para aquel mandatario democrátivo y revolucionario, el Código de trabajo significaba, «sobre todo, salud para vuestras mujeres y pan para vuestros hijos». Pero, ¿qué ha significado para los gobiernos posteriores (a partir de 1954 con la intervención de los Estados Unidos, en la contrarrevolución, y la promulgación de sus políticas neoliberales?
La doctrina, por llamarla de algún modo, neoliberal; enfocada al tema laboral, defiende la competitividad y suprime la solidaridad, lo cual se traduce al exacerbado individualismo y la falta de trabajo enfocado hacia el Estado en su conjunto.
La clase trabajadora no realizó el jueves su primera protesta. Tampoco la última. El tema laboral ha ido siendo dejado en el tintero gobierno tras gobierno: mientras en Cuba el mandatario Raúl Castro encabezó la marcha del Primero de Mayo, en Guatemala, el Presidente y Vicepresidente, como quien publica una esquela, «felicitaban» por escrito a las y los trabajadores en su día. ¿Qué podemos esperar ante tal inconsecuencia?