Hay ciclos de la vida que el término crisis lo encontramos hasta en la sopa. Con el membrete de generalizada, la misma extiende sus garras afiladas en búsqueda de víctimas. Si tal condición afecta a los países más desarrollados, con sobrada razón los ramalazos golpean duro a nuestro país agobiado de problemas.
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De un tiempo a esta parte, devino en forma alarmante una crisis financiera que mantiene en vilo a nivel mundial. Algunos en el entorno nacional de oídas están enterados a medias, en tanto otros su atención la acaparan noticias económicas de mercados bursátiles que se extienden dondequiera en forma de aluvión.
Como quiera que sea el hecho sintomático que las cosas andan mal, lo refiere el indicador de Dow Jones, y sobre todo, Wall Street, considerado el epicentro de este terremoto financiero, aseveran analistas. Y con mayores fundamentos si en aquellos linderos tienen gripe, aquí se convierte en pulmonía fulminante.
Pone de manifiesto el fenómeno financiero tambaleante que la corriente de un mundo capitalista, con el agregado de soportes como la globalización y convenios, truenan sin poderse ya ocultar. Las vueltas que da la vida implican severas situaciones y muy trágicas a los habitantes en revuelo obligado.
El caso patente, a propósito de dicha crisis financiera repercute bastante en la economía de los EE.UU., a tal extremo que sus más altas autoridades se truenan los dedos. La imagen de ser el foco de su potencia económica de primer orden en el mundo, hoy se opaca en condiciones contundentes por lo visto.
Bush, al intentar ejercer una especie de bateo ha topado tales intenciones de paliar aquella crisis inyectando miles y miles de millones, por parte del Congreso y Senado. De esa suerte sin suerte, el gigante de las finanzas ahora ve el problema asombrado y le preocupa mucho más la posición de Europa, Asia y ífrica.
Pese a que el conglomerado latinoamericano, especialmente Mesoamérica pertenece al mismo hemisferio no lo toma en cuenta; si mucho a los conformantes del llamado Cono Sur. Entre ellos Venezuela, Brasil, Chile, para citar unos cuantos de manera selectiva, donde la hecatombe quizá llega en menor cuantía.
Tocante a nuestro país Guatemala, la crisis financiera tiempo ha apaleado las dolidas espaldas de los connacionales, salvo las excepciones sabidas. Nuestra condición de subdesarrollado y muy hipotecado de deuda externa da evidentes señales e indicadoras de ¡SOS!, pero en diálogo de sordos, a no dudar un ápice.
Por más que el Gabinete Económico asevera que no existe peligro, endosado por el mencionado fenómeno económico, palabra mayor, las cosas andan tambaleando también. ¿A cuenta de qué estamos salvados? Suena a vacío una apreciación y expresiones salidas de labios de nuestros funcionarios de ese gabinete.
Los ramalazos llevan tiempo de sacudirnos frenéticamente, aquí y allá. La depresión lejana está cercana de nuestro confín y nos envuelve con rapidez. La canasta básica es un reflejo certero del problema, rematada por la inflación galopante, día a día en ascenso que no deja siquiera respirar con normalidad.
Y la aludida crisis financiera hace acto de presencia singular mediante el descenso y pérdida en sus porcentuales de las remesas familiares. Ello siempre asume el rol de nivelar e impulsar nuestros renglones presupuestarios. Las bajas en los productos tradicionales de exportación acusan reducciones. Ya ven, si afecta.