El ministro de Finanzas nombrado por Otto Pérez Molina, Pavel Centeno, se probó como una de las figuras más influyentes del Gobierno, no sólo por la forma en que se despachó al anterior Superintendente de Administración Tributaria, sino desde cuando con un simulacro de renuncia mandó a la punta de un cuerno al Congreso que lo iba a interpelar. Sin embargo, la baja recaudación tributaria, misma que argumentó para el recambio en la SAT, terminó pasándole factura porque el tema de la intervención de la autoridad recaudadora provocó su salida, pese a las afirmaciones de que se trata de un problema de salud.
En la conversación que ayer tuvo con La Hora no queda la menor duda de que hubo diferencias de criterio. Por un lado fuentes del Ejecutivo insinúan que el Presidente se sintió “embaucado”, mientras que el mismo Centeno dijo que él no aconsejó la intervención de toda la SAT sino apenas una intervención administrativa, lo que ello quiera decir es una incógnita, y que otras personas convencieron al Presidente para entrarle al tema con el Ejército, interviniendo una entidad que no presta servicios públicos. Ningún tratadista del derecho ha consignado nunca como un servicio público la recaudación de tributos.
El caso es que Centeno se va y no por enfermedad sino por el problema de la Superintendencia de Administración Tributaria y su baja recaudación. Se va porque ni él ni el directorio lograron levantar la captación de ingresos y todos fracasaron con las aduanas porque las mismas son una enorme coladera controlada por el crimen organizado que dirige un grupo clandestino no por eso totalmente desconocido para la ciudadanía y para las autoridades.
La propuesta de Centeno, que incluyó la privatización del Registro de automóviles como consecuencia de la captura de varios miembros de una banda de robacarros que trabajaban en la SAT y facilitaban la documentación alterada de los autos mal habidos, fue desde el principio una absoluta barrabasada y una tontería porque no se puede pretender que, como al final dispuso el Presidente, se ponga al lobo a cuidar a los cabritos.
La lucha contra el contrabando la han realizado otros países con éxito adoptando medidas administrativas eficientes que son ejecutadas por la autoridad encargada de la recaudación y el control de los impuestos. No hay ningún precedente de solución que pase por la militarización de la recaudación tributaria por mucho que en nuestro país hayan sido los militares los que han controlado y dirigido las aduanas desde los tiempos de Lucas y con resultados que ahora están más a la vista que nunca.
Minutero:
En medio del gran desenfreno
de una intervención militar
le tocó por el pato pagar
al poderoso ministro Centeno