La crisis política en Tailandia está afectando al turismo.
Numerosos turistas manifestaron su cólera mientras intentaban inscribirse en los despachos improvisados en el lujoso distrito comercial para partir hoy de Bangkok, cuyos aeropuertos llevan una semana bloqueados por manifestantes antigubernamentales.
En los dos últimos días, unos seis hoteles, más un centro de conferencias, abrieron instalaciones para registrarse para ayudar a unos 350 mil pasajeros bloqueados desde hace una semana por la ocupación de los aeropuertos de la capital.
«Unos 350 mil pasajeros permanecen varados en Tailandia desde el cierre de los aeropuertos», indicó Satithara Pichaichannarong, alto responsable del ministerio de Turismo.
«Me sentiré mucho más feliz cuando vea la pista de aterrizaje», afirmó el turista australiano Jason Payne, reflejando el sentimiento imperante entre los turistas ante los puestos para inscribirse en un distinguido hotel capitalino.
Siete días después de que comenzó el bloqueo, la desesperación inicial de muchos viajeros fue reemplazada por la resignación y la esperanza de volver pronto a sus hogares.
Sin embargo, los mostradores del Centara Grand en el principal barrio comercial de Bangkok son tan sólo la primera etapa en una compleja aventura que conducirá a muchos de ellos a la atestada base naval de U-Tapao, a unas tres horas de distancia en automóvil.
Este aeródromo, construido inicialmente para los bombarderos norteamericanos B-52 en los años «60, durante la Guerra de Vietnam, permite unos 40 vuelos diarios, contra la capacidad de 700 vuelos diarios del aeropuerto internacional Suvarnabhumi de Bangkok, inaugurado hace dos años.
Sin embargo, el turista suizo Andi Moor dijo que no le importa que su vuelo lo lleve a Francfort (Alemania), en lugar de Zurich (Suiza), siempre que no sea a Tailandia.
«Cuando estamos en Europa podemos hacer algo», dijo este suizo de 50 años. «Cuando estamos aquí, no podemos hacer nada», explicó.
Los viajeros en Centara hablaron de otros problemas: madres que no podían comprar leche para sus bebés, gente que no encontraba su equipaje o su pasaporte, y taximetristas que cobraban viajes a U-Tapao sabiendo que la base no dejaría entrar a sus pasajeros.
«Hay muchas historias de horror», dijo James Blakeney, de 31 años, de Sídney.
Para muchos turistas, la prolongación de su estadía en la capital tailandesa borró completamente los agradables recuerdos de sus vacaciones en alguna de las estaciones balnearias del reino.
«Al partir se siente alivio. Bangkok es linda durante algunos días, pero los conductores de tuk-tuk y los taximetristas… Yo no soy una persona violenta, pero a veces siento deseos de golpearlos», dijo riendo Blakeney.
Otra australiana, Nathalie Thomy, de 24 años, se encontraba en Suvarnabhumi cuando los manifestantes ocuparon los aeropuertos. Se estaba preparando para partir después de una conferencia de mercadeo de tres días cuando los militantes se apoderaron del terminal de salida.
«En el altoparlante repetían una y otra vez: «por su propia seguridad, salga del aeropuerto», pero estábamos demasiado asustados para salir», dijo Thomy, cuya empresa había fletado un vuelo de regreso a Sídney para sus empleados.
Pero no todos los viajeros protestaron por la prolongación de su estadía en Tailandia.
«Nosotros no tenemos empleo, de modo que faltar al trabajo no nos preocupa», dijo Maryvonne Prokop, de 65 años, que viajaba con un grupo de jubilados franceses. «No hay problemas ni estrés», agregó.