Sorpresa causó esta mañana la declaración del fiscal que dirige las investigaciones en el caso de los diputados del Parlamento Centroamericano asesinados en Guatemala, cuando dijo que no existe siquiera vínculo en la investigación entre ese hecho y el posterior asesinato de los agentes de la PNC que confesaron haber sido autores materiales del asesinato de los salvadoreños. Es obvio que el llamado crimen del Boquerón, donde mataron a los agentes de la Policía que secuestraron y mataron a los políticos del vecino país, está directa y absolutamente vinculado con el otro crimen, por lo que la desvinculación que hizo el Ministerio Público es, para decir lo menos, maliciosa.
Siempre se criticó que la fiscalía de delitos contra la vida, a cargo del señor Matus, abrazara con vehemencia la teoría de que esos policías fueron matados por mareros reclusos en El Boquerón, no obstante declaraciones de testigos que señalaron el ingreso de personas vistiendo uniformes como los que usaron los que en su momento entraron a Pavón cuando oficialmente se «retomó» el control del presidio en el marco de lo que el Procurador de Derechos Humanos ya tipificó como una ejecución extrajudicial realizada por agentes del Estado.
Culpar a los mareros era exculpar a quienes pudieron tener interés en silenciar a los agentes de la Policía Nacional Civil que confesaron haber sido autores materiales del crimen contra los diputados. Y no hace falta ser un gran experto en investigaciones para entender que el posterior asesinato tenía la finalidad manifiesta de evitar que los agentes de la PNC pudieran aportar más datos a la investigación. Si ellos hablaban, seguramente que se llevarían por delante a quienes supieron desde el momento en que procedieron a detener a los diputados y posiblemente a quienes les dieron la orden de seguirlos y despojarlos de la droga o el dinero.
Pocos casos hay tan escandalosos como esta declaración del fiscal que investiga el caso Parlacen en el sentido de que no se investiga conjuntamente la muerte de los diputados con el casi inmediato asesinato de sus victimarios, los agentes de la PNC muertos en El Boquerón y al final se corrobora que existe una conspiración para enturbiar el caso e impedir su esclarecimiento, porque únicamente de esa manera se explica la intención y la orden de separar un caso de otro, como si fueran hechos totalmente aislados.
Entorpecer la investigación de la muerte de los policías, diciendo que los mataron los mareros reclusos, es desviar el caso para proteger a los autores materiales, si aún están vivos, y a los intelectuales que se ocuparon de borrar huellas matando a quienes podían delatarlos.