Juan es uno de mis muertos por referencia, un muchacho de los que produce en masa la desigualdad y vomita la miseria, es la enésima encabronada de una incontable cantidad de patojos que conocí de vista y que ahora están muertos.
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No sé narrar su biografía, simplemente la desconozco, recuerdo eso sí, su piel morena y el cabello rebelde apuntando siempre hacia el Sol. Su rostro es difuso en mi mente. Al enterarme del suceso busqué y rebusqué en mi memoria hasta conformarme con una vaga imagen del ishto que en algunas ocasiones vi deambular por las mismas calles que albergaron mi infancia.
Su permanencia duró 16 vueltas alrededor del Sol, no creo que haya aprendido mucho, al menos no lo suficiente como para hacer tan pronto el gran viaje, no obstante, siempre hay alguien que no está de acuerdo con lo que debería ser la lógica y se apresura a descargar su plomo sobre otras personas.
Juan se empleaba como ayudante de mecánica, según me enteré algunos domingos también lo hacía de brocha en el transporte colectivo, y como bien ustedes saben, forzosamente alguien tiene que ser el siguiente en engrosar la estadística de asesinatos en el transporte del servicio público.
Así fue como el patojo que creció en el mismo barrio que yo, como tantos otros que al igual que él han sido víctimas de este desprecio por la vida que campea impunemente en esta desociedad, se encuentra de forma prematura cargando tierra. He aquí el ejemplo de una muerte que no desvela a nadie, salvo a la parentela que llora el cuerpo frío que yace enterrado.
Lo anterior me recuerda a Bakunin, quien escribió que «la sociedad prepara los crímenes y los criminales son sólo el instrumento para ejecutarla.» Existe una guerra contra la juventud, ellos lo intuyen, y al igual que el caballero de la triste figura apuntan sus armas contra los molinos, ese enemigo imaginario e irreal.
Rodeados de tanto desgobierno surge la pregunta ¿Dónde están las políticas para frenar el fenómeno? ¿Cuál es la estrategia a seguir? ¿Cuáles son nuestras propuestas?
El Estado de Guatemala sigue invirtiendo una cantidad cómica en la educación de los niños y jóvenes, el presupuesto nacional en la materia es uno de los más bajo en comparación con los países de América Latina. ¿De qué futuro hablan en esta nación de analfabetas y desnutridos?
Entendamos que no son los jóvenes los que se matan unos a otros, sino el sistema el que se ha dado a la tarea de dejarlos sin opciones ni esperanzas.
Bajo estas circunstancias es hiriente escuchar la postura oficial sugiriendo que el nivel de violencia no se ha incrementado en la actualidad, puesto que la cantidad de asesinatos en lo que va del año es similar al año anterior.
«Â¿Esto es cuanto se os ocurre decir, a vosotros que echáis sobre vuestros hombros la misión de dirigir otras conciencias?». Debemos construir soluciones al margen de un Estado indiferente, y al mismo tiempo coaccionar para encontrar una respuesta de fondo de parte de quienes han asumido el rol de autoridad; permítanme insistir en que debemos acabar con la pasividad, hay que detener el reloj de esta bomba de tiempo.