Crimea: propaganda azuza viejos temores


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El viejo actor recuerda vívidamente la guerra. Si bien era un niño, tiene presentes las explosiones y a los soldados nazis que patrullaban la ciudad. Puede dar los nombres de todos los amigos y parientes que murieron. E imitar el ruido de las ametralladoras. «TAT-TAT-TAT-TAT-TAT». Si hay algo que no quiere es que vuelva la guerra.

Por TIM SULLIVAN SIMFEROPOL /Agencia AP

Pero cuando aparecieron los soldados rusos y rodearon el parlamento y bases militares ucranianas la semana pasada, sintió alivio.

«Si los rusos no estuviesen aquí, el gobierno ucraniano hubiera venido y nos hubiera ocupado», declaró Vladimir Sukhenko, un actor de teatro jubilado. «Nos hubieran hecho hablar ucraniano».

En Crimea persisten viejos temores, que son azuzados por la historia y por la propaganda. Si bien a algunos puede molestarles la presencia de los soldados, la mayoría los ven como protectores del nuevo gobierno ucraniano de Kiev, que, según dicen, está dispuesto a aniquilar la población rusa.

«Este gobierno de Kiev es ilegítimo», sostuvo Sukhenko, un apuesto anciano de 77 años y cabello canoso que acostumbra a besarle las manos a las mujeres. Como tantos otros residentes de Crimea, se burla de los manifestantes de Kiev, que derrocaron a un presidente pro-ruso y exigen mayor democracia y un acercamiento a la Unión Europea. «Tenemos que ser una república autónoma», afirmó.

Ucrania enfrenta la posibilidad de una ruptura geográfica y cultural de proporciones imprevisibles, entre los pro-rusos del este y el sur y los ucranianos del oeste, que aspiran a tener una relación más estrecha con Europa occidental. Esas divisiones se hacen visibles en Crimea, la península del Mar Muerto que siempre ha codiciado Rusia por su ubicación estratégica y su clima cálido.

Desde el 1700 hasta la caída de la Unión Soviética Crimea estuvo casi siempre bajo control ruso o soviético. Hoy la mayor parte de su población es de ascendencia rusa y algunos no se sienten realmente ucranianos. El ruso es de lejos el idioma dominante.

Es por ello que casi no hubo oposición cuando el presidente ruso Vladimir Putin, molesto porque habían derrocado a un aliado en Kiev, despachó a sus soldados la semana pasada para tomar el control de Crimea. Es que, al margen de la geopolítica, muchos residentes tenían miedo.

Gente como Sukhenko cree que pueden eliminar su idioma. Otros tienen temores más graves: anarquía, hordas de milicias derechistas o terroristas que la emprenden contra los rusoparlantes.

Pregúntele a cualquiera. Le resultará difícil encontrar a alguien que diga que fue víctima de un ataque contra los rusos. Pero es fácil encontrar gente que cree que eso está sucediendo.

«Estamos muy asustados», afirmó una empleada de una tienda de comestibles de mediana edad que se identificó solamente como Lyudmila en la ciudad naval de Novo-Ozerne. Igual que tantos rusohablantes, cree que las protestas en Kiev y el nuevo gobierno están dominados por militantes nacionalistas y que docenas, si no cientos, de elementos de las fuerzas de seguridad ucranianas fueron asesinados durante las manifestaciones. «Tengo mucho miedo del caos que hay en Kiev», agregó entre sollozos. «Porque puede llegar aquí».

Incluso algunos rusoparlantes que prefieren que Crimea siga siendo parte de Ucrania dicen que les complace el que haya soldados rusos que los pueden proteger si la situación se pone fea.

Periodistas y organizaciones defensoras de los derechos humanos dicen que, si bien hay algunos ultranacionalistas en el movimiento de protesta, son una minoría muy pequeña. De las casi 100 personas que fallecieron en los enfrentamientos, la gran mayoría eran manifestantes.

Moscú, no obstante, conoce estos temores y los ha venido explotando desde que comenzaron las protestas el año pasado. La televisión estatal, que es muy vista aquí, constantemente presenta a los manifestantes como verdaderos extremistas nazis.

«Como consecuencia de la violenta toma del poder (en Kiev), el país tiene un régimen totalmente nuevo: descarado, cínico y brutal», expresó recientemente Dmitry Kiselyov en su popular programa «Las noticias de la semana». Agregó que el nuevo gobierno empleó «militantes, hinchas de fútbol violentos y neonazis» para apoderarse de regiones donde se habla ruso. En una charla con periodistas hace pocos días Putin dijo que «neonazis revoltosos» controlan las calles de Kiev.

Resta por verse qué tan diseminados están los temores. No hay dudas de que a muchos habitantes de Crimea les asustan los cambios en Kiev y ven con buenos ojos a los soldados rudos. Pero también hay gente que habla ruso a la que esta situación no le gusta nada.

Dicen que los rusos están desestabilizando la región y que su llegada podría generar actos de violencia. Todo el mundo espera que los rusos instalen un gobierno títere y no quieren irritar a Moscú.

Crimea ha sido ocupada numerosas veces a lo largo de los siglos y en 1944 Josef Stalin expulsó a los tártaros, que habían vivido en la península por siglos.

Los efectos de esa medida, todavía se sienten.

«El proceso (de cambios en la Unión Soviética) que comenzó con la muerte de Stalin todavía no ha terminado», sostuvo Alexander Gertsen, director del departamento de historia de la Universidad Nacional Taurida de Crimea.

Hoy la mayor parte de su población es de ascendencia rusa y algunos no se sienten realmente ucranianos. El ruso es de lejos el idioma dominante.