La importancia de los derivados de petróleo a nivel mundial y de las fuentes alternativas de energía es incuestionable. Por razones empresariales, mis padres y posteriormente yo, nos vimos -desde 1956- ligados al transporte, la comercialización y la actividad que conlleva los combustibles en el país.
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Guatemala, como consecuencia de las leyes de fomento, sustitución de importaciones y ante todo de exoneraciones de impuestos, vio establecerse dos «separadoras», por algunos llamadas refinerías, que no procesaban petróleo sino un «cóctel» conocido como crudo reconstituido; es decir, una mezcla hecha a la medida de cada país, donde venía inyectado gasolina, diésel, queroseno y bunker, que se separaba en Mauricio, Escuintla por la Texaco o en Puerto Barrios por Shell y la California, para llevarse a las gasolineras o consumidores por mayor. Terminadas las ventajas de impuestos, ambas separadoras se cerraron y convirtieron en tanques de almacenaje de productos terminados.
El ofrecimiento hecho por el presidente Fox, sólo fue eso, no una promesa, mucho menos un compromiso. Fue un ganchito para tratar de tener más influencia en los países centroamericanos el decirnos que se podría instalar una verdadera refinería que procesara «crudo» y que para garantizar su funcionamiento él ofrecía 850 mil barriles de materia prima. No es un secreto que México, cada día más baja su producción de petróleo y que cada día menos puede refinar el crudo que le permita abastecer su mercado y exportar producto terminado.
El presidente í“scar Berger, seguramente de buena fe, nombró como funcionario público a Víctor Suárez para atender el tema de la posible refinería. La sugerencia quizás vino de la familia Gutiérrez Bosh, especialmente de Juan Luis, sabiendo que Víctor Suárez le puede vender una refrigeradora a un esquimal y que gracias a él, un reducido grupo de personas, en la época de Lucas -cuando era representante en la Junta Monetaria- logró que el Estado de Guatemala absorbiera la deuda multimillonaria que tenía la cúpula empresarial en dólares, de la misma forma que también logró convencer a otros gobiernos que él podría reformar la generación eléctrica y garantizar al consumidor abundancia de energía a un precio de cuatro centavos de dólar, situación que fue sólo un espejito.
La cúpula, para regenerar a Víctor Suárez (empresario y director del intervenido Banco Empresarial) se lo vendió al gobierno actual como el responsable de lograr que se invirtiera en Guatemala en la creación de una verdadera refinería, hecho que los que entendíamos del tema sabíamos era un imposible. Tristemente se confirma que la refinería era un sueño imposible porque salvo los países que poseen crudo suficiente o una increíble situación geográfica como Jamaica o Aruba, las refinerías verdaderas no se colocan en un pequeño país que no es significativo productor, ni un mercado de volumen. Prueba de ello es que Ecuador, un gran productor en América Latina, no tiene una refinería propia.
En conclusión, el gobierno se autoengañó y el único beneficiado con ese espejismo ha sido Víctor Suárez y sus amigos.