Es un error creer que, en un proceso electoral, una encuesta sobre intención de voto de los ciudadanos pretende predecir (por lo menos con tolerable aproximación) la intención de voto que se manifestará en el día mismo de la votación. Es un error porque una encuesta no puede predecir o, más precisamente, prognosticar la intención de voto. Sólo puede diagnosticarla, es decir, conocerla en un determinado momento del proceso electoral. Se abstrae, entonces, el cambio que posteriormente pueda sufrir la intención de voto.
Con el fin de conocer la intención de voto, el investigador estadístico selecciona un subconjunto propio del conjunto total de ciudadanos que legalmente pueden votar. Ese subconjunto es una muestra. La muestra más idónea debe tener la propiedad estadística de representar probabilísticamente al todo en el tiempo presente; pero no la propiedad de representar a ese todo en el tiempo futuro. Si la muestra tiene la propiedad de representar al todo en el tiempo presente, es válido inferir que la intención de voto expresada en la muestra, equivale a la intención de voto del todo, en el mismo tiempo presente. Si la muestra no tiene esa propiedad, la inferencia no es válida.
Precisamente porque una encuesta no prognostica sino que sólo diagnostica, también es erróneo creer que una encuesta revela una tendencia de futura intención de voto. Una tendencia puede ser revelada, no por una encuesta, sino por una secuencia de encuestas, que constituyen una serie histórica. Esa tendencia puede ser proyectada hacia el futuro con el fin de prognosticar la intención de voto. Es decir, el proceso de inferencia estadística a partir del subconjunto muestral en el tiempo presente, es completamente distinto del proceso de cálculo de una futura tendencia de intención de voto, a partir de los insumos estadísticos que suministra la serie histórica de encuestas.
Un conexo error adicional es creer que la intención de voto que finalmente se expresa en el día mismo de la votación, es una medida del acierto o no acierto de una encuesta. La intención de voto expresada en el día mismo de la votación sólo puede ser una medida del acierto o no acierto del cálculo de la tendencia de futura intención de voto. Ese cálculo será acertado si la intención de voto que prognosticaba la tendencia es igual o casi igual a la intención de voto que los electores han expresado en el día mismo de la votación. También será acertado si prognostica el orden de las preferencias electorales.
¿Entonces las encuestas siempre son acertadas? No necesariamente. Pueden no ser acertadas, por causas estadísticas y por causas no estadísticas. Una causa estadística del no acierto consiste en un error propio del muestreo, es decir, propio de investigar la intención de voto de una parte del todo, y no la intención de voto del todo mismo. Una muestra de tamaño menor puede aumentar la magnitud del error; y una de tamaño mayor, puede disminuirla. Una causa no estadística consiste en que el propósito es servir el interés político de quien contrata al agente encuestador. Una encuesta que sirve a ese interés no es realmente una encuesta. Es una ficción estadística, que puede ser delatada por encuestas cuya finalidad intenta ser puramente estadística.
Post scriptum. La mejor encuesta sobre intención de voto no es aquella que mejor prognostica esa intención (pues es imposible pueda prognosticarla), sino aquella que posibilita inferir, con la máxima probabilidad, la intención de voto de todos los electores potenciales, en el tiempo presente.