Un millón de onzas de oro esperan, bajo los cerros Botija y Fortuna de Costa Rica, que un tribunal decida si pueden ser extraídas o no, mientras los lugareños toman bandos antagónicos ante este proyecto minero canadiense rechazado por ecologistas.
La vida en la aislada zona de Las Crucitas de Cutris, en el norte del país, cerca de la frontera con Nicaragua, ha cambiado dramáticamente desde que hace más de una década se confirmara que bajo la tierra había oro, metal que alcanzó precios récord en el mercado mundial en el último tiempo: sobre 1.300 dólares la onza.
Un tribunal debe resolver próximamente si da luz verde o roja a esta mina, mientras diez ecologistas mantienen una huelga de hambre desde el viernes frente a la casa de Gobierno en San José para presionar a la presidenta Laura Chinchilla a sepultar para siempre este proyecto.