El presidente electo de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, quien el domingo arrasó en la segunda ronda electoral, dirigirá a partir del 8 de mayo un país que para muchos dirigentes de la clase política local es prácticamente ingobernable.
El futuro mandatario se encontrará un Estado maniatado por la burocracia, el exceso de trámites y controles, la lentitud administrativa, así como las presiones de grupos sindicales y cívicos, de la empresa privada.
El exjefe de campaña del candidato opositor Johnny Araya, derrotado por Solís el domingo, Ántonio Álvarez Desanti, se quejaba recientemente que para reparar en Costa Rica un hoyo en un puente se demoraba hasta 15 años. La construcción de una carretera que une San José con el occidente tardó cuatro décadas, recordaba el dirigente político.
El país necesita avanzar en infraestructura, como vías, puertos y ferrocarriles, para poder aprovechar con creces la apertura comercial impulsada por los últimos gobiernos.
Solís prometió este lunes impulsar lo que llamó una «revolución a la costarricense» y para ello contará con el respaldo del más de 1,3 millones de votos que recibió el domingo, lo cual lo convierte en el aspirante a la presidencia con mayor cantidad de sufragios recibidos.
Pero eso no bastará. Estará lejos de contar con mayoría en la Asamblea Legislativa, donde apenas obtuvo 13 escaños, en un poder en el que se necesitan 29 para ejercer control.
Y por si fuera poco, el Partido Liberación Nacional (PLN) de su rival Araya, obtuvo en la primera ronda 18 diputados, en un parlamento que será uno de los más fragmentados de que se tenga noticia en el país.
Otros partidos minoritarios, tienen mayor afinidad ideológica con el PLN que con Acción Ciudadana, el partido de Solís, lo que le complicará al futuro gobernante realizar alianzas para ejercer el control legislativo.
Araya, quien le dejó el camino abierto al triunfo a Solís en febrero cuando se retiró de la contienda electoral por falta de apoyo en las encuestas, dijo la noche del domingo que no obstaculizará la labor del próximo gobierno.
Pero la tradición parlamentaria en Costa Rica dice otra cosa, y es muy probable que muy pronto la Asamblea Legislativa, cuando se instale la nueva legislatura en mayo, se convierta en un campo de batalla entre el PLN y el nuevo oficialismo.
«Solís ha recibido un enorme mandato, sobre todo por la votación recibida, y tendrá sobre sus espaldas cumplir la promesa de imprimir un nuevo rumbo a Costa Rica», «tiene un enorme reto», dijeron este lunes varios analistas políticos a la prensa local, como Víctor Ramírez y Constantino Urcuyo.
Para comenzar, deberá lidiar con una serie de problemas que no pudieron resolver anteriores gobiernos en el país centroamericano, de 4,8 millones de habitantes.
El último Estado de la Nación, un proyecto de investigación que involucra a académicos de las principales universidades estatales, alertó que la inequidad se ha entronizado en los últimos 20 años, convirtiendo a Costa Rica en uno de los países más desiguales de América Latina.
Igualmente, la pobreza se sitúa por encima del 20 por ciento, mientras el desempleo en el 2013 llegó al 7,3 por ciento.
Pero uno de los problemas que más preocupa a la sociedad costarricense, en un país que en los últimos 50 años se convirtió en un faro para la región en materia de desarrollo humano y bienestar social, es la corrupción.
Sonados casos, que salpicaron a dos conocidos expresidentes, más otros que afloraron en los últimos años, sacudieron a la ciudadanía, que cada vez ve con más descrédito a la clase política.
Solís ha prometido impulsar una especie de revolución ética y de transparencia en la gestión gubernamental, y posiblemente ese haya sido una de sus fórmulas para obtener tanta votación, en un país cuya población parece cansada del bipartidismo y de un continuismo de ocho años del oficialista Partido Liberación Nacional.
Ese desencanto con el sistema democrático costarricense, en el último medio siglo una especie de faro para América Latina, se expresa también en los altos niveles de abstencionismo, que desde el año 2002 a la fecha supera el 30 por ciento. En la segunda ronda electoral del domingo, la ausencia a las urnas superó el 43 por ciento.
Uno de los desvelos de los costarricenses en la actualidad es la penetración del narcotráfico y el aumento de la delincuencia y el crimen organizado.
Estos flagelos quitaron la tradicional apacibilidad que caracterizó al país, que abolió el ejército hace 60 años. Los ajustes de cuentas, el sicarismo, asaltos y homicidios vienen en aumento, aunque el actual gobierno afirma haber logrado avances en la contención de estos males.
Solís dice que seguirá incrementando la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, fortaleciendo la cooperación con países como Estados Unidos, la Unión Europea, Colombia y el mismo México.
«Esta victoria tiene un olor a nuevo momento», dijo Solís este lunes, quien se mostró decidido a impulsar una «revolución a la costarricense» y realizar un gobierno de «excelencia».