Corrupción, función pública y democracia -II-


«Caminante, no hay camino, se hace camino al andar»

Manuel Machado

Basilio Baltasar continúa su investigación sobre la corrupción en España, y se pregunta si será el espectáculo de una democracia confusa, analiza el factor económico y el filosófico, y se dice asimismo que lo peor de los funcionarios corruptos abre una brecha para el crimen organizado, son la puerta rota por la que se deslizan en las instituciones del Estado.

Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

Desde el punto de vista económico el economista Félix Ovejero quien hace un interesante análisis que resume diciendo que la parte de la dinámica de la polí­tica es obtener sus propios fondos, menciona que la Ley de Financiación de Partidos Polí­ticos no les permite la misma oportunidad de influencia en los ciudadanos, su criterio es que todos los partidos polí­ticos deberí­an tener la misma capacidad de influencia en la sociedad.

La combinación óptima que Ovejero da para evitar la corrupción consta de incentivos, moralidad y leyes. Actualmente menciona existe una desconfianza en las instituciones, porque las personas piensan que se están despilfarrando sus recursos.

En Guatemala, la Ley Electoral y de Partidos Polí­ticos debe reformarse en el sentido de garantizar el principio de igualdad en cuanto al financiamiento de la propaganda electoral, ya que estamos frente a un panorama cada vez más oscuro por la permisividad de la ley a la falta de moralidad de la proveniencia de los recursos de los partidos polí­ticos, aunque la palabra moralidad pareciera en desuso, es totalmente necesario rescatar su esencia en nosotros mismos, más aún cuando como ciudadanos nos sentimos cada vez más acorralados entre la violencia, la inmoralidad, la falta de respeto, y la autodestrucción del ser humano, que permite que existan delincuentes de todo tipo, y que no encontremos la forma pací­fica de propiciar el cambio, existe una pelí­cula llamada El Polí­tico, de 1946, donde el polí­tico le ordena a su subalterno que su función es ser pobre siempre, porque se cambió a otro grupo, en el que creyó habí­a más honestidad.

Baltasar menciona que a pesar de todos los obstáculos debe subsistir una ética de las convicciones, nos hace falta una nueva filosofí­a de salud social. Le pregunta al filósofo Javier Gomá, si la racionalización histórica que nos lleva al desencanto implica que tenemos una nueva tarea para asumir este reto histórico, a lo que el maestro le contesta que se está gestando una nueva etapa en la historia de la humanidad, no una nueva era, él le llama EON, y habla de una civilización igualitaria sobre bases seculares, que es el nuevo concepto de Democracia, se trata de crear principios civilizatorios que conlleva ciertas inhibiciones de deseos individuales, ya que la libertad es tan amplia que se hace necesario un ejercicio cí­vico dentro de la misma. Para cambiar de pensamiento no tenemos más instrumento que la filosofí­a, que deberí­a contribuir a cambiar la mentalidad de las generaciones futuras para que su lenguaje y su manera natural de mirar el mundo, sea comprenderse a sí­ mismo y a los demás para propiciar la convivencia pacifica. En este nuevo concepto de la democracia no concibe como agentes de regeneración moral de las futuras generaciones a las mismas minorí­as que se postulan a sí­ mismas como pauta social. Debe haber un cambio y el ciudadano común debe ser parte de esta regeneración. Ese ciudadano común cuando entra a la esfera pública debe aceptar que cada vida privada no deber ser diferente a la vida pública respecto a la propia conciencia, por lo que el deber ser consigo mismo debe ser igual al deber ser con los ciudadanos. Aunque al vivir el momento del cambio de privado a público en la polí­tica, el mismo ciudadano tiene un concepto de sí­ mismo, pero muestra otra personalidad en la que no cree ni él mismo es la ejemplaridad que quiere dar y que lo distancia de sus electores. Dice que la existencia del escándalo nos da la pauta que no estamos pasivos, y que mientras nos cause repudio la conducta que provoca escándalo de un funcionario valoramos la diferencia de lo que nuestros polí­ticos son y lo que deberí­an ser, lo contrario serí­a vivir un aplanamiento que nos llevarí­a a la incapacidad de diferenciar lo bueno y lo malo de los polí­ticos, lo más importante en esta nueva etapa es el ejemplo, ya que es el activo más grande para acceder a la verdad moral.

Gomá menciona con toda razón que vivimos una etapa post ideológica, en la que lo que moviliza a la gente no son los programas polí­ticos, ni las grandes banderas ideológicas, hoy son los ejemplos, pasa de la res pública a una polí­tica de dominates personae, de actitudes.

En Guatemala serí­a importante poner en práctica esta ambiciosa filosofí­a. Desgraciadamente todaví­a existen barreras ideológicas, cuando nuestro único interés deberí­a ser el paí­s. ¿Cómo podemos propiciar en las nuevas generaciones una convivencia pací­fica, si desde el hogar el padre demuestra tener una vida pública muy diferente a la privada? Ese divorcio entre el deber ser consigo mismo y el deber ser con los ciudadanos de todos los que de una u otra forma tenemos participación pública es más dañino para los demás de lo que pensamos. Por ejemplo un catedrático que no respeta a sus alumnos, y les pide favores sexuales a las jóvenes para ganar su materia, o aquel funcionario que exige respeto a sus subalternos, siendo él el primero en faltar a ese respeto. Existen demasiados ejemplos de ese divorcio inapelable entre el deber ser consigo y el deber ser con los ciudadanos en nuestra sociedad en general, porque preguntémonos ¿Quién está libre de culpa del descalabro que estamos viviendo? Nadie, ni el que da ni el que recibe cuando de corrupción se trata.