En Guatemala hay anarcocapitalismo. Esta es la doctrina en la que la denominada «Nueva Derecha» ha buscado una reducción del papel del Estado en favor del libre mercado, aun sabiendo que no se conocen las medidas exactas que deben tomarse que fueran en la buena dirección y se aproximaran, siquiera con timidez, al sistema financiero ideal de una verdadera economía de mercado libre.
El anarcocapitalismo, en Guatemala, se introduce por medio de políticos corruptos que se venden a los propiciadores de éste y, cuando toman el poder, tienen forzadamente que pagar la deuda contraída con esos sectores. Éste es un juego viciado que se da desde hace muchos años entre políticos; las fuerzas económicas domésticas y exógenas; las cúpulas de las llamadas fuerzas de seguridad e intereses de gobiernos extranjeros. Estos grupos venden por centavos el patrimonio de Guatemala.
El pueblo de Guatemala siempre ha contado con personas bien intencionadas que han tratado de establecer una sociedad más justa y gobiernos equitativos, sólo para ver frustradas sus intenciones una y otra vez por la codicia y la corrupción.
El anarcocapitalismo propicia efectos terribles para la República. La economía poco a poco se ha hundido. La llamada guerra interna supuso un caos indescriptible debido a las masacres y los asesinatos cometidos por el Estado. El condicionamiento psicológico y la represión a los que fue sometida la población por medio del terrorismo de Estado ha sido espantoso y lo más grave es que la sensación de seguridad interna que una vez hubo, desapareció. Los altísimos grados de inseguridad sirven ahora de plataforma política para que las fuerzas mencionadas lleven a sus candidatos a la presidencia con el discurso de paz, trabajo y seguridad.
La corrupción constituye un fenómeno político, social y económico a nivel mundial. Es un mal universal que corroe las sociedades y las culturas; se vincula con otras formas de injusticias e inmoralidades, provoca crímenes y asesinatos, violencia, muerte y toda clase de impunidad; genera marginalidad, exclusión y miedo en los más pobres, mientras utiliza legítimamente el poder en su provecho. Afecta a la administración de justicia, a los procesos electorales, al pago de impuestos, a las relaciones económicas y comerciales nacionales e internacionales, a la comunicación social. Está por igual en la esfera pública como en la privada; y una y otra se necesitan y complementan. Se liga al narcotráfico, al comercio de armas, al soborno, a la venta de favores y decisiones, al tráfico de influencias, al enriquecimiento ilícito.
La corrupción refleja el deterioro de los valores y virtudes morales, especialmente de la honradez y de la justicia. Atenta contra la sociedad, el orden moral, la estabilidad democrática y el desarrollo integral de los pueblos. El Salvador y Guatemala comparten el número 84 en el listado de los países más corruptos del mundo, contra 0 en Nueva Zelanda, Suecia y otros.
La corrupción, que es la matriz de todo el juego, campea cada vez con mayor fuerza y poder. Por ésta mueren miles de personas de hambre, desnutrición y falta de salubridad y, otros se debaten entre el analfabetismo, la violencia, la pobreza, la pobreza extrema, sin oportunidades de trabajo. Guatemala necesita iniciar rápidamente una serie de reformas encaminadas a frenar la descomposición del Estado, pero ¿Quién lo hará? Visto está que no será este gobierno. Sus compromisos evidentemente son mayúsculos.