Corre y va de nuevo con las encuestas


Tratando de no cometer el mismo error de la vez pasada, vuelven ahora las encuestas con las claras advertencias de que no son ni pretenden ser una predicción de los resultados sino simplemente una medición de cómo se ve el panorama electoral al momento. Quedó claro que el problema no son las encuestas sino la forma en que son presentadas y ahora los medios tienen más libertad para presentarlas como les venga en gana porque agregan como apostilla que no predicen nada, aunque en el fondo todos sepamos que ellas tienen no sólo el efecto de medir, sino de influir en el ánimo de un electorado que no tiene razones de peso para escoger entre una u otra opción porque pocas son las diferencias de fondo y al final de cuentas no son pocos los que prefieren apostar a quien ven como caballo ganador.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

En muchos paí­ses del mundo los medios de comunicación cuando tienen preferencia por algún candidato lo expresan sin tapujos y ello no sólo hace más transparente su accionar porque en las páginas editoriales abogan por el candidato de sus preferencias, sino que les obliga a ser más cuidadosos con la parte informativa para que el público no sienta que está siendo manipulado. En nuestro medio no tenemos ese tipo de actitud y comportamiento y aunque en general si uno platica con cualquier ciudadano, en general todos pueden decir sin equivocaciones cuál es la tendencia e inclinación de la prensa nacional y a favor de quién cargan los dados, ninguno de los negocios dedicados a la información define su postura.

En nuestro caso hemos dicho reiteradamente que no vemos diferencias entre las propuestas más que de estilo y forma de presentar las cosas, pero que en las cuestiones fundamentales para el paí­s o tienen la misma visión o, peor aún, ambos candidatos carecen de la definición necesaria. No vemos a ninguno de ellos entendiendo el problema de la crisis institucional, del carácter fallido del Estado y la necesidad de plantear una reforma profunda para rescatar la institucionalidad y permitir que el paí­s pueda encaminarse por la senda de la aplicación correcta, cierta y segura de la ley para enfrentar nuestros problemas. Yo valoro mucho el Estado de Derecho, la vigencia plena del régimen de legalidad y desafortunadamente veo que las dos opciones son proyectos para seguir entreteniendo la misma nigua, aunque puedan diferir ligeramente los estilos.

Guatemala vive condiciones de verdadera crisis que requerirí­an mucho más que canciones y palabras vací­as porque hace falta un liderazgo capaz de comprometer a toda la población en un esfuerzo supremo por abandonar esa tendencia al creciente deterioro de la institucionalidad nacional. Harí­a falta un liderazgo capaz de involucrar a todos los sectores del paí­s en el supremo esfuerzo de plantear la más profunda reforma del Estado para hacerlo funcional y eficiente y para permitir que sus instituciones operen de acuerdo a su naturaleza, empezando por el tema crucial de la seguridad que demanda como punto de partida el fin del régimen de impunidad.

Cada quien es libre de creer en las encuestas o dejarse embaucar por los embaucadores. Pero los antecedentes son tan categóricos como para que hasta el más lelo de los lelos sepa tras que va cada quien en esta campaña de segunda vuelta.