Algunas notas literarias hemos leído por ahí, de aquel famoso crítico literario, Guillermo de Torre, quien también dicho sea de paso, sufrió algún aguijonazo crítico de don Julio Casares, otro de los grandes. Es interesante saber lo que piensa un escritor de otro, al menos cuando la crítica es ajena a nosotros. Pero saber por ejemplo, lo que pensaba don Pío Baroja del célebre Azorín -escritor unas veces admirado, y otras desdeñado por su particularismo prosa- resulta interesante. Yo creía que Baroja le guardaba cierta gratitud a Azorín -comenta de Torre-, atenuando las diferencias, pues nadie como él ha exaltado al autor de «La Casa de Aizgorri».
Oigamos la conversación que tuvo de Torre con Baroja, con respecto a Azorín: «Azorín se repite, hace los libros con receta. Sin embargo, quiere modernizarse, quiere oler a moderno, y por eso adopta esa incoherencia voluntarias que habrá usted visto en su último libro, en ’Doña Inés’. El doctor Baroja y después panadero, insiste con su bisturí crítico refiriéndose al escritor José Martínez Ruiz ’Azorín’»: «Yo creo señor de Torre, que eso que usted y otros admiran no tiene importancia. Es muy fácil suprimir los qués, podar las oraciones viciosas. Pero eso no resuelve nada. Se le quita espontaneidad al estilo. Y es que Azorín no tiene curiosidad por las cosas ni por las personas, concluye Baroja».
Al famoso novelista Baroja como que se le iba mucho la lengua, pues tampoco se anduvo con chiquitas al criticar nada menos que al gran José Ortega y Gasset. En aquellas conversaciones que sostuvieron de Torre con Baroja, en los años 1925-26, Baroja comenta sobre Ortega y Gasset: «Es un barroco, créame. Escribe perfectamente, eso sí, pero yo creo que fracasa al tratar de conciliar dos cosas, a mi juicio inconciliables, como son su espíritu mediterráneo nativo (ya sé que nació en Madrid y eso lo ha marcado) con su espíritu nórdico que le deslumbra, con la cultura germánica adquirida».
Bueno, en el mundo de las letras, no dejamos de escuchar algunas expresiones o comentarios por parte de quienes justamente o no, clavan sus aguijones críticos. El periodismo literario tampoco podría estar exento de algún aguijón inflexible.