Controversia todaví­a sin una conclusión


La implementación de transgénicos para la producción de alimentos está prohibida en Guatemala.

El cultivo de alimentos genéticamente alterados no está permitido en el paí­s, sin embargo ya se discuten las repercusiones de estos sobre el medio ambiente, la salud y el sistema alimenticio, de cara a las iniciativas empresariales para aceptar su uso de forma global.

Javier Estrada Tobar
lahora@lahora.com.gt

Los cultivos alterados genéticamente surgieron como una opción para reducir los costos de producción, por su supuesta resistencia a las plagas y enfermedades, que supondrí­a un aumento en la producción y calidad de los alimentos cosechados.

En la actualidad, una larga lista de paí­ses alrededor del mundo, incluida Guatemala, prohí­be el cultivo de los transgénicos, debido a que todaví­a se desconocen los impactos reales que presupone su implementación.

Pese a esta restricción, organizaciones agrarias y ecologistas se han manifestado por los impactos que significa el uso de transgénicos a escala internacional, como sucede en Estados Unidos, que lidera la producción de alimentos en base a la nueva tecnologí­a y de donde provienen iniciativas para su implementación global.

Alberto Alonso, investigador del agro, asegura que existen claros indicios sobre las repercusiones nocivas que suponen los transgénicos en las personas, animales y el medio ambiente.

«Ante esta situación es necesario cuestionarse cuál es el trasfondo del negocio de los transgénicos y las (empresas) multinacionales implicadas en ello».

CONCENTRACIí“N

Estudios internacionales revelan que el negocio mundial de los cultivos transgénicos se concentra en cinco empresas transnacionales, de las cuales una acapara el 90% por ciento de la producción.

Además de las semillas «mejoradas», las empresas se dedican a crear herbicidas y abonos especiales bajo marcas registradas, que les permiten contar con un control ajustado de todo un sistema de producción de alimentos, el cual objetan las organizaciones agrí­colas.

Luis Molina, jefe del laboratorio de Biotecnologí­a del Instituto de Ciencia y Tecnologí­a Agrí­colas, opina que el uso de transgénicos no supone beneficios o perjuicios para los consumidores de alimentos.

La única diferencia, según Molina, se encuentra en que la tecnologí­a genética beneficia a los productores de gran escala, mientras que resulta financieramente positivo adquirir los insumos agrí­colas a un precio mayor pero con un mejor rendimiento en las cosechas.

CONTUNDENTES

La investigadora Silvia Ribeiro refiere que existen pruebas contundentes sobre la ineficacia y los impactos negativos de los transgénicos en la salud de las personas y el medio ambiente.

«El principal cultivo transgénico -la soya- produce menos que la soya convencional con quí­micos, al tiempo que su producción se ha reducido hasta un 19 por ciento menos en zonas especificas de Estados Unidos.»

Por otra parte, el supuesto «blindaje» de estos cultivos a la plagas no es funcional, debido a que lejos de prescindir de los herbicidas se acrecentar al necesidad de estos, por lo que además se incrementa la contaminación en los alimentos.

Ribeiro sostiene que uno de los principales efectos negativos de la implementación de transgénicos es el control centralizado que obtendrí­an las transnacionales que «monopolizan» su producción y planifican controlar la producción global de alimentos.

ílvaro Caballeros, consultor agrí­cola, considera que las experiencias internacionales y los estudios nacionales deben establecer cuales son los riesgos del cultivo y consumo de productos transgénicos.

«Mientras que no se conozcan realmente todas las repercusiones que tendrán las alteraciones genéticas de los alimentos se deberí­a restringir su producción; es un asunto muy delicado con lo que se compromete la salud de la población y la seguridad alimentaria de las mayorí­as», puntualiza.

DISCUSIí“N Polémica europea


LOS GOBIERNOS DE ALEMANIA, AUSTRIA, GRECIA, FRANCIA, HUNGRíA, LUXEMBURGO, ITALIA Y POLONIA PROHIBIERON EL CULTIVO DE MAíZ TRANSGí‰NICO, íšNICO ALIMENTO ALTERADO ES PERMITIDO POR LA UNIí“N EUROPEA.

EN ESPAí‘A, QUE ACAPARA EL 75 POR CIENTO DE ESE CULTIVO EN EL VIEJO CONTINENTE, SE MANTIENE UNA POLí‰MICA POR LOS PERMISOS OTORGADOS AL CULTIVO DE GRAN ESCALA, MIENTRAS QUE SE HA PROHIBIDO SU PRODUCCIí“N PARA LA ALIMENTACIí“N HUMANA Y ANIMAL.

ORGANIZACIONES SOCIALES SE HAN MOVILIZADO PARA EXIGIR A LOS GOBIERNOS LOCALES QUE SE PROHíBA TOTALMENTE EL USO DE ESTE TIPO DE TECNOLOGíAS PARA DECLARAR SU TERRITORIO «ZONA LIBRE DE TRANSGí‰NICOS» Y OBTENER CERTIFICACIONES DE SALUBRIDAD Y SEGURIDAD ALIMENTARIA.