La posición geográfica del país lo hace «vulnerable», según declaraciones del subsecretario de asuntos hemisféricos, Thomas Shannon, quien recientemente viajó a Guatemala junto al subsecretario de Estado de los Estados Unidos, John Negroponte.
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La visita de los funcionarios, además de preocupaciones, trajo bajo la manga para las autoridades guatemaltecas un proyectito de seguridad llamado Plan Mérida.
El plan contempla, al mismo tiempo de la entrega de recursos, el entrenamiento y capacitación del Ejército en temas de inteligencia y seguridad hemisférica.
A lo largo de la historia, en un sin fin de ocasiones, bajo la bandera de apoyo, los planes de ese tipo han buscado expandir y beneficiar únicamente la agenda de los Estados Unidos.
En el caso de Guatemala, el famoso apoyo regional contra el comunismo en 1,954, acabó con los pilares de una verdadera reforma social en beneficio de las grandes mayorías, y trajo consecuencias devastadoras para la población.
De otros planes, como el Maya Jaguar o el Nuevos Horizontes, enmarcados en la lucha conjunta contra el narcotráfico, no se tiene conocimiento de las acciones y resultados reales. Las incautaciones han quedado cortas y Estados Unidos es uno de los mayores consumidores de drogas del mundo.
La lógica de globalización en un contexto contemporáneo impuesta por funcionarios como Shannon o Negroponte hacen suponer que: si el crimen organizado, el narcotráfico y las pandillas han extendido sus brazos criminales por toda la región, es necesario que el combate se haga de manera conjunta, país con país. No obstante, en Guatemala (y en muchas latitudes) el crimen organizado y el narcotráfico alcanzan altas estructuras estatales, imposibles de combatir en la dirección que el Plan Mérida hace suponer.
El trasfondo del plan busca vigilar, controlar y someter, además de rearmar y modernizar a los Ejércitos nacionales entrenados bajo una ideología autoritaria y represiva, con el fin de evitar que los intereses de ese país del norte, fiel practicante del aislacionismo, se vean socavados por alternativas sociales, incluyentes y autónomas, cuyo principio fundamental es la lucha por la vida.
Convertir a las fuerzas armadas en anillos de seguridad regional no terminará con los miles de asesinatos y delitos que a diario se reportan, el trabajo debe iniciar desde casa, alejar las reacciones coyunturales y fortalecer a largo plazo las instituciones relacionadas con la seguridad y justicia, en busca de dar pasos para la construcción de un Estado que garantice la autodeterminación y los derechos fundamentales a sus pueblos.