Contrasentidos de la moral moderna


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Hace muchos años ningún escándalo sentimental que involucrara a políticos de primera fila llegaba siquiera a las páginas de los diarios norteamericanos y se sabe que tanto Franklin D. Roosevelt como John Kennedy pudieron mantener sus relaciones extramaritales lejos del escrutinio de la opinión pública, porque se “respetaba su vida privada”. Eran tiempos, sin embargo, en los que se valoraban mucho los principios y ejemplos éticos y morales, defendiendo la integridad de la familia con interés y preocupación especialmente cuando se trataba de dirigentes que desempeñaban importantes cargos públicos. Edgar Hoover, el eterno director del FBI, usaba las informaciones que tenía no sólo para chantajear aun a presidentes, sino para esconder sus propias desviaciones sexuales.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Con el tiempo la sociedad se ha ido relajando y los valores de familia se han ido perdiendo. El polémico tema del matrimonio entre los homosexuales es posiblemente uno de los que más perfilan la nueva moral existente en las sociedades industrializadas que, sin embargo, se han vuelto más mojigatas a la hora de juzgar a sus líderes en el plano de sus relaciones íntimas.

Lo que está pasando ahora con dos de los jefes militares más prestigiosos de los Estados Unidos de los últimos tiempos se ha convertido en un escándalo que ha de ocupar la atención de la prensa norteamericana por las próximas semanas, si no es que por los próximos meses como pasó con el caso Clinton y sus relaciones con la interna de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky.

Tanto el general David Petraeus como su colega John Allen están en el ojo del huracán y en boca de todo mundo por sus relaciones sentimentales. En el primer caso, el que fuera jefe de la poderosa Agencia Central de Inteligencia hasta el pasado viernes, luego de una brillante carrera como jefe de operaciones en Irak y Afganistán, él mismo aceptó la existencia de una relación extramarital con la mujer que durante un par de años se movió a su lado para escribir su biografía. El daño a su carrera y a su vida familiar es irreparable por las condiciones en que se produjo la noticia y porque se vio forzado a renunciar a su cargo en medio de la polémica que abrió el manejo de la seguridad en Libia cuando murió el embajador Stevenson.

Allen, por su parte, está señalado por el envío de correos “impropios” a una de las mujeres que cobró notoriedad con el caso de Petraeus y aparentemente se trata de una amiga de éste que también conoce al general Allen, actual jefe de las tropas aliadas en Afganistán, y a quien le ofreció consuelo frente al acoso que sufría de parte de la amante de Petraeus. Hasta el día de hoy la frase más “impropia” que se ha filtrado de los correos es haber llamado “sweetheart” a una mujer que no es su esposa, pero en el lenguaje coloquial norteamericano ello es muy corriente y hasta normal.

El caso es que la cúpula militar de Estados Unidos se ha sacudido por un escándalo sentimental, provocando ya la salida de uno de los principales héroes de los últimos tiempos y haciendo tambalear al otro, aunque el mismo Obama ha dado ya su respaldo al general Allen, indicio de que hay más habladurías que realidades en ese segundo incidente.

Pero es importante ver cómo las sociedades más cerradas, más mojigatas y donde los temas de la vida íntima son tabú para la opinión pública, cuidan a sus dirigentes y no permiten que sus amoríos se conviertan en escándalo, mientras que sociedades donde el matrimonio se ha desvalorizado al punto de equipararlo a una larga y consistente relación gay, hacen caer aún a sus ídolos cuando se conoce cualquier desliz.