Una vergonzosa tradición que afortunadamente pareciera ir en desuso, es la que se refiere al peregrinaje de gobernantes latinoamericanos que, reflejando la precaria dignidad de sus pueblos, viajan presurosos a Washington tan pronto como son elegidos o asumen el poder, para congraciarse con el inquilino de la Casa Blanca.
Sin embargo, como nuevos vientos soplan en el continente y algunos países de América Latina han elegido a mandatarios insumisos a los dictados del imperio, la romería tiende a extinguirse, sobre todo porque el actual gobierno norteamericano ha ido desnudando su pobreza moral y ética, que se puso en evidencia cuando se descubrió que el presidente George W. Bush mintió descaradamente a los estadounidenses y al mundo en general, al justificar la invasión a Irak, aduciendo que el régimen del ajusticiado dictador Saddam Hussein almacenaba armas biológicas y nucleares que ponían en riesgo la paz del Medio Oriente y el resto del planeta. Jamás se confirmó esa patraña.
Entre los gestores más ardientes para que los USA invadieran Irak se incluye al que fungía de subsecretario de la Defensa y actualmente ejerce la presidencia del Banco Mundial, esa institución que conjuntamente con el Fondo Monetario Internacional han impuesto nefastas políticas neoliberales en los dóciles pueblos latinoamericanos, profundizando la brecha entre la selecta minoría de millonarios y la depauperada mayoría que se debate entre la miseria y el temor.
Paul Wolfowitz, como ya lo comenté en artículo reciente, al igual que lo hizo í“scar Clemente Marroquín y otros columnistas, asumió la presidencia del BM con la consigna de escudriñar y sancionar mediante la anulación de créditos a los gobiernos que carecieran de transparencia en el manejo de sus recursos. Es decir, que propiciaran la corrupción entre sus funcionarios.
Pero ocurre que este censor internacional, tan pronto tomó posesión del cargo, dictó el incremento del sueldo de su novia, por no decir amante, en forma desproporcionada, y para intentar disimular la trasladó en calidad de préstamo a trabajar al Departamento de Estado de los USA, devengando un salario superior a la secretaria Condoleezza Rice.
Las críticas han arreciado, pero el presidente Bush lo ha defendido ardientemente, como intentó hacerlo con Randall Tobías, el hombre que desde la Agencia para el Desarrollo Internacional manejaba la ayuda económica norteamericana, quien, con más vergí¼enza que el presidente del BM, presentó su renuncia después de que su nombre apareciera en la investigación de una red clandestina de prostitución en el área de Washington, a la vez que coordinaba un programa de combate al SIDA (¡!).
La cadena de la doble moralidad del gobierno republicano se expande al terreno de la lucha contra el narcotráfico, puesto que mientras presiona a gobiernos latinoamericanos, para que redoblen sus esfuerzos en el combate al tráfico de drogas, las diferentes agencias encargadas de evitar el ingreso de estupefacientes a Estados Unidos, son incapaces de frenar el consumo de cocaína, crack, marihuana y otras drogas entre la juventud y las celebridades del cine y la política.
Es fácil deducir que, según las sacrosantas leyes del mercado, a menor consumo corresponde menor demanda. Arribe usted a sus conclusiones.
El caso paradigmático de la doble moral del gobierno norteamericano es el del terrorista Luis Posada Carriles, quien fue liberado mediante fianza, acusado de infringir leyes migratorias, pese a que es confeso de atentados terroristas, entre los cuales la explosión de un avión civil cubano en octubre de 1976, en el mar Caribe, causando la muerte de sus 73 ocupantes.
Pero el presidente Bush exige a sus socios que redoblen sus medidas de represión contra terroristas, calificando así no sólo a las huestes del sanguinario Osama Bin Laden, sino a cuanto dirigente popular luche por reivindicaciones sociales. El maquiavelismo norteamericano de que el fin justifica los medios, es similar al pensamiento de cualquier grupo terrorista.
Esa hipocresía es palpable cuando los norteamericanos, que toleran la falta de autoridad familiar, se hunden en llanto colectivo por la lamentable muerte de 35 estudiantes en manos de un esquizofrénico de origen coreano; pero cierran sus ojos ante decenas de miles de niños que mueren anualmente en el mundo.
(En el estado norteamericano de Virginia, el alumno Romualdito Bronson le dice a su maestra: ?Señorita, estoy enamorado de usted. La profesora, asombrada, replica: ?Pero eso no puede ser; además, a mí no me gustan los niños. El chico repone: ?Por eso no se preocupe; usaremos preservativos)