Desde hace más de siete años me di cuenta de la magnitud del problema de la desnutrición en Guatemala. Para mí dejó de ser una nota breve en un diario, y los rostros de los niños y niñas que viven pese a ella se marcaron en mi mente y mi corazón. Desde entonces vengo escuchando también a presidentes, secretarios de la Sesan y a otros funcionarios discutir el tema, fijar metas –en ese entonces a mediano plazo- y asegurar que todo va a cambiar.
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Pero esto no pasa. La iniciativa de los Mil Días para el combate a la desnutrición planteada en 2008 y de la cual Guatemala pidió ser parte es una prueba de ello. Junto con Mozambique y Ghana estamos sin avances. Los niños y niñas – no sólo del Oriente del país como se ha mostrado tradicionalmente- sino de toda Guatemala, viven, crecen – lo que se puede claro- y luego se reproducen bajo estas circunstancias. Y estos son algunos, porque muchos otros mueren debido a una desnutrición aguda mientras quienes nos gobiernan se llenan los bolsillos hasta desbordarlos.
Y digo eso, porque la típica excusa de Colom, de Berger y sus antecesores siempre ha sido la falta de fondos, aunque en realidad es la falta de vergí¼enza.
Portillo desvió fondos a sus cuentas personales. Berger con el pretexto del aeropuerto hizo lo mismo y no lo han juzgado. Y Colom tampoco ha hecho nada para mejorar la situación de estos ciudadanos y ciudadanas de un país que no los reconoce, no los alimenta ni cura, contradiciendo, ahí sí, la Constitución Política de la República y todos los tratados internacionales que ha ratificado.
Hoy me entero de que el maíz ha sido declarado Patrimonio Nacional y bueno, está bien. En Guate se dan este tipo de nombramientos en chinchilete, al igual que la Orden del Quetzal y otras menciones. Pero más que reconocer algo que sabemos es importante en nuestra cultura y respetamos –no como Bush que iba a pararse o se paró en una alfombra que adornaron con maíz-, deberían proveerlo a todas las comunidades, junto con otros alimentos que son necesarios para poder alimentar y nutrir mejor a la infancia del país. Ahí está la Incaparina, invento chapín, la semilla de Ramón, abundante en el Petén y muy nutritiva. Y claro ahí están los fondos o estaban.
Cada año al revisar el presupuesto destinado a la infancia, resulta que no dio tiempo de ejecutar millones. Cada Gobierno que pasa crea nuevos ricos, es decir funcionarios de casa de alquiler y carro rodado que viven después en la zona 17 o Carretera a El Salvador, con carros último modelo y claro jugosas cuentas en el extranjero. Mientras miles de niños y niñas padecen desnutrición, mueren a causa de ella o bien viven una vida limitada, precaria y triste que los convierte en blanco perfecto para explotación laboral.
Que conveniente para unos –que roban- y para otros, –los dueños del país- que la desnutrición se perpetúe.