CONTRA LA GULA Y CONTRA LOS COHETES


Dr. Carlos Pérez Avendaño

Me imagino que la campaña en contra de los cohetes y canchinflines surtió buenos efectos. Por lo menos este año y aquí­ por nuestro aburguesado barrio de la zona 14, los estruendos coheteros y el consecuente basurerí­o fueron de mucho menor calibre que en años anteriores.

Las luces de bengala vinieron a hacer presencia admirablemente bella y entre las formas que esos trayectos luminosos dibujan en el cielo hubo dos o tres que no habí­amos contemplado anteriormente. Ojalá que en el futuro el precio de esas luces se reduzca significativamente y que puedan ser compradas por gente de menos recursos, quienes, por el momento, tendrán que seguir quemando cohetes, y provocando incendios y basurerí­os.

Y, ahora que ya pasó la Navidad que movió muchos corazones y motivó muchos nuevos propósitos, viene esta semana de medio holganza que habrá de servir para meditar y decidir si, para el Año Nuevo, se concretará alguna firme promesa.

Dentro de esas promesas indudablemente una de las más comunes habrá de ser la que hagan los gorditos para comer menos. Es que hay muchos hartones que, ví­ctimas de la gula, piensan todititos los dí­as del año en la manera de lograr controlar sus impulsos y que luego de cada una de sus desordenadas comidas surgen el doloroso arrepentimiento y la consecuente promesa de que la comida siguiente sí­ que va a ser como la de un monje cartujo.

Al panzón, al cachetón y al de buen fondillo no le gusta que le digan gordo, y por eso me pregunto cuál serí­a su reacción ante la noticia publicada hace pocos dí­as respecto a las leyes que para la adopción de niños fueron aprobadas en la China. Sí­, es que dentro de las condiciones que esa ley impone a aquellos que pretenden adoptar niños, una de las primeras es que los chinos no sean gordos.

Me pregunto respecto a las razones para fundamentar esa decisión, ya que los gordos pueden aducir que su redondez es una buena prueba de que el niño adoptado no pasará hambre y, por otro lado, los gordos, generalmente viven más contentos y son menos regañones que los secos, lo cual garantizará un entorno alegre para sus hijos.

Pero? ¿será que para los chinos la gordura se está transformando en una epidemia? Puede ser, y es que tal y como sucede con los gringos, la obesidad les está causando artritis de las rodillas, somnoliente pereza y diabetes que impedirán que tengan la necesaria diligencia para dedicarse al cuidado de sus pequeños. También puede ser que consideran que los defectos fí­sicos son lo de menos, y que el hecho de comer en exceso dentro de una sociedad donde hay pobreza y dentro de un mundo donde abundan niños hambrientos, es una demostración de desconsiderado egoí­smo, que es mucho peor que una panza o un culo prominentes.

Así­ que, puede ser que los pretendientes a adopción sean una pareja de varón y mujer jóvenes, inteligentes, de buena posición económica y sin vicios que garanticen un buen futuro para el hijo, pero? si son gordos? nequis. Bueno, estimados paisanos, luego de la sacudida de corazones que nos provocó la Navidad, dentro de las promesas para el 2007, los chinos nos recomiendan evitar el hartazgo. Principiemos por prometer que la cena del 31 por la noche, sea dedicada a los niños hambrientos del mundo, y que por lo tanto, sea frugal, sin excesos en la comida, en los postres ni en el guaro. Ah, y también sin cohetes, mejor con luces de bengala de esas muy caras que fabrican los chinos.