Contra el tráfico de influencias


Oscar-Clemente-Marroquin

En todos los ámbitos de la vida ocurre tráfico de influencias y muchas veces se aprovechan vínculos familiares para beneficio personal o, en el caso de abogados, para ayudar a sus clientes. Hace algunas semanas nos llegó la información sobre el papel que juega en la defensa de los señores González de Bancafé la abogada Claudia Barrientos, hija del doctor César Barrientos Pellecer, y en comunicación directa con el magistrado nos afirmó y demostró que nunca ha movido un dedo para interferir a favor de los clientes de su hija.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Ayer el Juez que lleva el caso de Bancafé hizo pública denuncia contra la hija del magistrado Barrientos y elevó el caso a la Corte Suprema de Justicia que lo conoció ayer mismo en ausencia de César Barrientos, quien no integró el pleno dada la materia de la denuncia. El caso es que las casaciones que ha interpuesto la abogada de los principales socios de Bancafé las ha perdido, lo que demuestra que el doctor Barrientos no ha interferido para poner la justicia al servicio de su hija y de sus clientes, lo cual constituye un caso ejemplar.
 
  Especialmente cuando uno recuerda casos como aquel famoso Bufete de los Milagros, como se conoció a uno en el que litigaba el hijo de quien fuera Presidente de la Corte Suprema de Justicia durante el período de Laugerud García, bautizado así porque no perdían ningún caso debido al tráfico de influencias. Me reservo el nombre de los integrantes de ese despacho profesional porque casi todos los que lo integraron ya están muertos, incluyendo un caballeroso abogado que posteriormente fue Presidente de la República de Guatemala, pero era célebre el récord que llegó a tener ese bufete al tramitar procesos de distinto tipo en los tribunales del país. Especialmente hay que recordar que hubo un especial interés por los casos de mala práctica médica, que en Guatemala nunca han sido objeto de persecución penal, pero durante ese período varios galenos fueron sometidos a proceso y condenados.
 
  Cuando en La Hora nos comentaron el caso de la abogada Claudia Barrientos, pensamos en ese antecedente funesto de personas que presumían de honorabilidad, pero que no se detuvieron en usar influencias a favor de sus clientes. Conociendo personalmente el comportamiento y la trayectoria del magistrado César Barrientos, hablamos con él extensamente sobre el tema y nos dio suficientes elementos para demostrar que él no se ha prestado a ningún juego ni ha movido influencias para interferir en el caso Bancafé o en alguno de los muchos que están patrocinados por su hija que es abogada.
 
  Sin embargo, en este caso estamos frente a una excepción planteada por la ética personal de César Barrientos Pellecer, pero indudablemente hay que analizar en términos generales el comportamiento de quienes pueden influir para desviar el sentido de la justicia. El caso de los parientes de magistrados que litigan es importante, sobre todo porque la vocación por el derecho tiene un sesgo cuasi hereditario, pero además está el caso de aquellos magistrados suplentes, que sin prohibición para ejercer su profesión, usan su influencia y su cargo para desnivelar la balanza de la justicia.
 
  Insisto en lo ejemplar del caso de César Barrientos y el parangón con el Bufete de los Milagros porque la verdad es que no aprovecharse del poder y las influencias es una notable excepción en un medio en el que la justicia está de todos modos en entredicho y una manita a un pariente no sería más que una mancha más al tigre. Tenemos que establecer procedimientos de un severo código de ética para impedir que a los muchos males que ya tiene nuestro sistema judicial, se tenga que agregar el de hijitos de papi que mueven pitas para que las resoluciones les sean favorables.