Contaminación por petróleo es devastadora y cotidiana


Un hombre camina por las riberas de un rí­o nigeriano, afectado por el petróleo extraí­do en Bodo. FOTO LA HORA: AFP PIUS UTOMI EKPEI

El agua del delta del Nigeria, zona de manglares cerca de Bodo, uno de los tantos poblados en esta región ubicada en el golfo de Guinea en ífrica occidental, tiene reflejos de arcoí­ris, debido al petróleo que se escapa de los oleoductos y que lo invade todo.


Desde hace décadas, esta región pantanosa y rica en hidrocarburos del sur de Nigeria, donde operan numerosas multinacionales petroleras, está contaminada por múltiples escapes.

Entre 9 y 13 millones de barriles han sido derramados desde hace 50 años según un estudio realizado en 2006 por expertos nigerianos, estadounidenses y británicos.

Según éstos, ello equivale cada año a la marea negra causada por el naufragio del «Exxon Valdez» en Alaska en 1989 durante estos cincuenta años.

Es un desastre ecológico inadvertido, y sin embargo más grave que la actual catástrofe en el Golfo de México, según las autoridades nigerianas.

Lejos de las primeras planas y de la atención mediática, los 30 millones de habitantes del delta del Niger — región pobre aún cuando esté recorrida por los oleoductos y con miles de pozos –, han visto cómo se degradaban sus recursos con el correr de los años.

Gaagaa Giadom, de 60 años, que casi ya no tiene dientes, acaba de volver de la pesca, sin obtener nada, y a pesar de haber ido hasta el rí­o Bonny, a casi doce horas de navegación desde Bodo.

El aire húmedo durante esta estación lluviosa está cargado por el olor fétido de la gasolina, y una espesa capa de gasoil lame la arena.

«Salgo pero no pesco nada», dice el pescador sentado en su piragua vací­a. «Hace veinte años, habí­a pescado aquí­», afirma mientras sostiene entre sus manos un remo cubierto de aceite.

Un poco más allá, cerca del campo, Mike Vipene se lamenta también. «La tierra ya no es fértil a causa del petróleo».

«Inhalamos esto cada dí­a, y esto nos enferma», afirmó.

El Programa de las Naciones Unidas para el medio ambiente (PNUE) efectúa actualmente un estudio de impacto de esta contaminación en Ogoniland, donde se ubica Bodo.

«Hay cientos de lugares contaminados (…) entre ellos algunos importantes por su tamaño que representan una seria amenaza para la salud y el medio ambiente», explicó Michael Cowing, responsable del proyecto.

La esperanza de vida aquí­ es de 45 a 50 años, y de 55 a 60 años en el resto del paí­s, según las autoridades.

Identificar la causa de esta contaminación no es tarea fácil en el delta del Niger, región compleja y violenta, donde todos eluden su responsabilidad.

Frustrados por no obtener beneficios de la explotación de los hidrocarburos, que significa más o menos el 80% de los ingresos del Estado, numerosos habitantes canalizan su cólera contra la industria petrolera.

Gigantes del sector como Chevron, ExxonMobil o Total operan en el delta.

En Kegbara-Dere, poblado vecino a Bodo, el cabezal de un pozo perteneciente a Shell se incendió hace poco.

Defensores del medio ambiente y de los derechos humanos denuncian a menudo la negligencia de las compañí­as petroleras.

Pero según Shell, primer operador en Nigeria, los escapes se deben sobre todo a actos de sabotaje o al robo de crudo mediante perforación de los oleoductos.

Los datos oficiales y las observaciones del PNUE van también en este sentido.

Desde hace unos años, grupos armados sabotean las instalaciones petroleras y el refinado clandestino del crudo robado, muy lucrativo, se ha desarrollado.

Para Kingsley Chindua, comisario para el Medio Ambiente en el estado de Rivers, donde está Ogoniland, la responsabilidad es «compartida» entre las grandes empresas petroleras, los habitantes y las autoridades, pues las compañí­as extranjeras operan mediante empresas contratistas que en su mayorí­a pertenecen al Estado nigeriano.