«La contaminación ambiental posee los mismos efectos que produce la muerte violenta, únicamente que es lenta»
(Rafael Valenzuela)
Contaminación en sentido amplio, señala la doctrina ambiental, constituye cualquier tipo de impureza de un determinado medio. En sentido más restrictivo, se explica en múltiples tratados, a la contaminación radiactiva, es decir, la sedimentación de materias radiactivas, tal como fragmentos de fisión o agentes radiológicos bélicos, sobre cualquier objeto o superficie.
En consecuencia, podemos resumir que existen diversas clases de contaminación en nuestro entorno nacional, especialmente podemos citar las más evidentes, así: del agua, atmosférica, polvo en suspensión, por emanación de gases vehiculares, desechos sólidos por mal manejo de la basura, ruidos ensordecedores como los producidos por aparatos de sonido y escapes abiertos de automotores, del suelo y cuencas hídricas.
Por otra parte, como indicara en diversos estudios el jurista chileno: Rafael Valenzuela Fuensalvida, la contaminación es muerte lenta, quizás lo que más alarma en estos días a los habitantes del territorio nacional es la contaminación de la violencia y el uso de armas de cualquier tipo; pero ello, no es óbice para desligarnos del deterioro ambiental que viene ocasionando serios daños a la salud de todos y cada uno de los guatemaltecos.
En diversos artículos escritos en esta columna de LA HORA, hemos destacado el peligro de la contaminación ambiental y la necesidad de su regulación, pero la reacción de los lectores, en verdad, es muy débil.
Preocupa, además, la politización del tema ambiental en el país; ello, nos hace pensar que se trata de desvirtuar la información científica con otra de discusión bizantina que minimiza la importancia del fenómeno ya descrito y es evidente, porque al abordar la temática ambiental, saltan algunos personajes que puntualizan que se está frenando el desarrollo económico, cuando tan ni siquiera en el país existe una legislación acorde con la época moderna que nos indique qué pasos se han de seguir para no contravenir las leyes derivadas de los Tratados de Libre Comercio que recomiendan elevar los estándares de calidad que en nuestro caso, sería el ambiente para la libre producción de mercaderías que tendrán que ser intercambiadas. Es más, se puede afirmar que la poca normativa existente obstruye, eso sí, la libre competencia ya que constituyen reglas no adaptadas al desarrollo sostenible o sustentable que tanto se viene exigiendo para la globalización; por ejemplo, la Ley de Protección y Mejoramiento del Medio Ambiente, fue redactada en el año de 1986, mucho antes de la Cumbre de la Tierra, de Río de Janeiro, en el que se estudió la armonización del mejoramiento ambiental con el desarrollo de los pueblos.
En ese sentido, se puede indicar que los efectos de los diversos contaminantes en las personas son fácilmente confundidos con los cambios climáticos (ej.: constantes enfermedades broncopulmonares), o de origen nervioso, atribuyéndolos a la violencia e inseguridad. Nada es absolutamente cierto, pues la contaminación en Guatemala se encuentra declarada desde el año de 1978. A eso se debe el aumento del contaminante ruido en espacios abiertos y cerrados, a la infición del aire respirable, pues es penoso sentir cómo el humo negro del transporte vehicular impide la respiración normal de las personas, a la contaminación del agua y al aumento de los desastres naturales por falta de una política ambiental moderna.
El grado de inconsciencia ambiental en la población, también, es alarmante ya que pese a los diversos estudios que se han efectuado, éstos no tienen el crédito deseado como para adoptar medidas de prevención y protección para mejorar nuestro entorno humano. El derecho a un ambiente sano, para muchas personas no existe o no por lo menos, no les merece la importancia de otros sistemas quizás no tan saludables.
CONTINíšA…