Padres y madres de decentes familias guatemaltecas aún tratan con ahínco de mantener a sus hijos alejados de la oscura corrupción moral que rápidamente se expande en Guatemala, como petróleo en el agua. Se expande a sus anchas, sin limitaciones, con fe y sin complejos, como diría la tía Catocha.
Desdichadamente para los padres de familia, para la condición psicológica de los niños y para la República de Guatemala, es casi imposible mantener a los niños alejados de la lascivia audio gráfica. Periódicos impresos y televisión lanzan irresponsablemente sus diarios ataques pornográficos a granel.
Guatemala es bombardeada por sólidos elementos de tipo psicosociológico que han logrado implantar la enorme transculturización que sufre en la actualidad la cultura tradicional guatemalteca y, cuando la cultura o las formas culturales de un pueblo son manipuladas desde sus raíces por fuerzas nacionales concatenadas con intereses y fuerzas exógenas, la cosa está mucho mas peliaguda de lo que puede verse en la superficie.
La pornografía y el tratamiento de «tú» o de «vos» en los anuncios a la ciudadanía seria están minando la decencia y el tratamiento de «usted» que ha enfatizado el respeto inicial desde que los guatemaltecos tenemos uso de razón.
¿Quién puede sacar a esta ciudadanía de este maremagno psicosocial en el que lo han metido los «empresarios» de í“scar Berger, iniciando con los Gutiérrez y su Pollo Campero, la Cervecería Centro Americana, Cementos Progreso, los banqueros, seguidos inmediatamente por McDonald’s, Burger King y toda la mancha de abajo?
El propósito de fondo de estas acciones mercadológicas tan determinantes podría ser la desvalorización segmentada, atada al caos y frustración esparcidos en todo el ámbito poblacional. No es casualidad la actitud impune de los camioneteros en el tráfico; la actitud de la policía municipal de tránsito abusando del ciudadano; multas sacadas de la manga; etc.
El domingo 22 de los corrientes, regresando de San Lucas Sacatepéquez, nos vimos obligados a pasar a Burger King que está sobre la calzada Roosevelt, en el complejo comercial Las Majadas.
Había muy pocas personas en el local. Nos despacharon y nos sentamos a comer. De pronto inició el escándalo de las pantallas de televisión que allí mantienen encendidas con algún propósito extraño puesto que generalmente casi nadie les pone atención.
Era alrededor de las cinco de la tarde y el programa del canal que tenían puesto era de música y cantantes latinos. Los movimientos sensuales, los vulgares gestos de lujuria y la combinación de cuerpos semidesnudos de hombres y mujeres en close up eran realmente asquerosos. Niños de unos 5, 6 ó 7 años veían idiotizados la pantalla mientras sus padres platicaban a gritos debido al volumen que estilan casi siempre en esos sitios.
Pedimos de buena manera que bajaran el volumen o lo quitaran, a lo cual se sumaron otras personas. Llegó el «gerente» del lugar a decirnos que no podían bajar volumen ni quitarlo porque el «sistema» no lo permitía, que estaba descompuesto y que eran órdenes estrictas de mantener ese canal y ese volumen. El mensaje del «gerente» fue tácito: «Aguantan lo que nosotros queremos o se van a la mierda». Similar cosa nos ocurrió hace unas semanas en «Lai Lai» de Unicentro, zona 10.
Guatemala efectivamente está cambiando?