Contaminación audiovisual


Padres y madres de decentes familias guatemaltecas aún tratan con ahí­nco de mantener a sus hijos alejados de la oscura corrupción moral que rápidamente se expande en Guatemala, como petróleo en el agua. Se expande a sus anchas, sin limitaciones, con fe y sin complejos, como dirí­a la tí­a Catocha.

Roberto Arias

Desdichadamente para los padres de familia, para la condición psicológica de los niños y para la República de Guatemala, es casi imposible mantener a los niños alejados de la lascivia audio gráfica. Periódicos impresos y televisión lanzan irresponsablemente sus diarios ataques pornográficos a granel.

Guatemala es bombardeada por sólidos elementos de tipo psicosociológico que han logrado implantar la enorme transculturización que sufre en la actualidad la cultura tradicional guatemalteca y, cuando la cultura o las formas culturales de un pueblo son manipuladas desde sus raí­ces por fuerzas nacionales concatenadas con intereses y fuerzas exógenas, la cosa está mucho mas peliaguda de lo que puede verse en la superficie.

La pornografí­a y el tratamiento de «tú» o de «vos» en los anuncios a la ciudadaní­a seria están minando la decencia y el tratamiento de «usted» que ha enfatizado el respeto inicial desde que los guatemaltecos tenemos uso de razón.

¿Quién puede sacar a esta ciudadaní­a de este maremagno psicosocial en el que lo han metido los «empresarios» de í“scar Berger, iniciando con los Gutiérrez y su Pollo Campero, la Cervecerí­a Centro Americana, Cementos Progreso, los banqueros, seguidos inmediatamente por McDonald’s, Burger King y toda la mancha de abajo?

El propósito de fondo de estas acciones mercadológicas tan determinantes podrí­a ser la desvalorización segmentada, atada al caos y frustración esparcidos en todo el ámbito poblacional. No es casualidad la actitud impune de los camioneteros en el tráfico; la actitud de la policí­a municipal de tránsito abusando del ciudadano; multas sacadas de la manga; etc.

El domingo 22 de los corrientes, regresando de San Lucas Sacatepéquez, nos vimos obligados a pasar a Burger King que está sobre la calzada Roosevelt, en el complejo comercial Las Majadas.

Habí­a muy pocas personas en el local. Nos despacharon y nos sentamos a comer. De pronto inició el escándalo de las pantallas de televisión que allí­ mantienen encendidas con algún propósito extraño puesto que generalmente casi nadie les pone atención.

Era alrededor de las cinco de la tarde y el programa del canal que tení­an puesto era de música y cantantes latinos. Los movimientos sensuales, los vulgares gestos de lujuria y la combinación de cuerpos semidesnudos de hombres y mujeres en close up eran realmente asquerosos. Niños de unos 5, 6 ó 7 años veí­an idiotizados la pantalla mientras sus padres platicaban a gritos debido al volumen que estilan casi siempre en esos sitios.

Pedimos de buena manera que bajaran el volumen o lo quitaran, a lo cual se sumaron otras personas. Llegó el «gerente» del lugar a decirnos que no podí­an bajar volumen ni quitarlo porque el «sistema» no lo permití­a, que estaba descompuesto y que eran órdenes estrictas de mantener ese canal y ese volumen. El mensaje del «gerente» fue tácito: «Aguantan lo que nosotros queremos o se van a la mierda». Similar cosa nos ocurrió hace unas semanas en «Lai Lai» de Unicentro, zona 10.

Guatemala efectivamente está cambiando?