Contaminación


Si antes tal problema afectaba, ahora es mucho más, en términos generales. Recién cobra molestias, tocante al orden visual, que lo conforman las vallas publicitarias, tan de moda. Estas cubren espacios dondequiera, además de modificar el ornato citadino en gran medida.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

Inclusive hasta el paisaje lleva las de perder, por cuanto son pocos sitios los que escapan al asunto adverso y logran quedar libres. El caso se agudiza conforme la distancia del Centro Histórico es mayor y en los accesos a la misma como en las carreteras, resulta exagerado.

La publicidad aludida ofrece a modo de vitrina una verdadera gama de productos, bienes y servicios al consumidor potencial, en el marco globalizante. Algunos de sus mensajes subliminales, es cierto, generan de inmediato opiniones controversiales, sobre la base del libre albedrí­o.

En muy raros casos la contaminación visual, que perjudica como las demás, promueve hay que admitirlo, campañas de beneficio social, necesarias en nuestro medio proclive a llevar la contra por sistema. Cuentan con aspectos negativos y positivos, de acuerdo al cristal con que se miren.

Al utilizarse con moderación representan signos de modernidad, a fuerza de comunicación entre el rumbo equivalente a la masificación poblacional. En volandas podemos resumir sin propósitos de pontificar, cómo de las mencionadas vallas publicitarias se hace uso y abuso, a veces.

Constituyen la ocasión propicia y un medio utilitario para la campaña polí­tica prematura que inició ya, ajena a la convocatoria del Tribunal Supremo Electoral. Aquí­ en el entorno las leyes y reglamentos valen nada. De consiguiente, significa común y corriente saltarse las trancas.

Los usos y costumbres nuestros se trastocan, las vallas son un instrumento que coopera a la transculturación dominante que forza cambios radicales y estructurales. Cambian por lo tanto las formas tradicionales.