Consumir, ahorrar e invertir


Luis-Enrique-perez-2013

Es imprtante consumir, para conservar y hasta mejorar nuestra vida. Precisamente la finalidad última de la producción económica de bienes y servicios es el consumo. Es importante invertir, para producir los bienes y servicios que finalmente han de consumirse para conservar y hasta mejorar nuestra vida. Y es importante ahorrar, porque sin ahorro no puede haber inversión; y si no hay inversión, no puede aumentar la producción de bienes y servicios que demandamos para conservar y hasta mejorar nuestra vida.

Luis Enrique Pérez


Consumir es asignar dinero con el fin de adquirir bienes y servicios para disfrute final. Invertir es asignar arriesgadamente dinero con el fin de producir bienes y servicios para obtener una ganancia. Ahorrar es asignar dinero, no para consumir ni para invertir, sino para conservarlo de modo tal que tengamos sensata certeza de que podamos disponer de él en el futuro, en cualquier momento. Estas definiciones de consumo, ahorro e inversión no pretender tener rigor escolástico.
   
    Quien solo consume, evidentemente no puede disponer de dinero para invertir o para ahorrar. Quien consume una proporción de la cantidad de dinero que posee, e invierte  la proporción excedente, expone la proporción invertida al riesgo de pérdida. Quien consume una proporción de su dinero pero ahorra una proporción, tiene, con respecto a quien consume, la ventaja de disponer de dinero para sortear el incierto futuro; y con respecto a quien invierte, tiene la ventaja de no exponer dinero al riesgo de pérdida.
   
    Quien ahorra o quien invierte se abstiene de consumir una proporción de su dinero; pero hay una diferencia: quien ahorra no se expone al riesgo al cual se expone quien invierte. En consecuencia, sería insensato que el ahorrante pretendiera la ganancia propia de la inversión, o que el inversionista pretendiera la seguridad propia del ahorro. Y supuesto que el propósito principal del ahorrante no es la ganancia sino la seguridad, le conferirá más importancia a la garantía de conservar el dinero ahorrado, que a la tasa de interés.
    La oferta de una alta tasa de interés pagada por el dinero ahorrado tendría que ser objeto de cautela, porque si una institución cuyo negocio es prestar dinero, paga  una alta tasa de interés por el dinero ahorrado, entonces tiene que cobrar una tasa todavía más alta por el dinero prestado; pero entonces, si el dinero prestado es para inversión, el inversionista tiene que obtener una fantástica cantidad excedente de dinero. Por ejemplo, si la tasa pagada por el dinero ahorrado es 36% anual, y la tasa cobrada por el dinero prestado es  48% anual, entonces el inversionista tendría que producir dinero excedente que fuera equivalente por lo menos a 48% para pagar la tasa de interés. Si pretende tener una utilidad neta de por lo menos 12% anual, entonces la inversión tendría que producir dinero excedente que fuera equivalente por lo menos a 60%. Es improbable que una inversión tenga tan cuantiosa productividad; o es improbable que quien se propone invertir crea que puede pagar una tasa de interés de 48%, y todavía tener una ganancia neta de 12%. Puede conjeturarse que en un caso semejante, la tasa de interés que devenga el dinero ahorrado se paga, no con el interés cobrado por el dinero prestado, sino con el dinero de nuevos ahorrantes; pero el proceso de asignar dinero ahorrado para pagar altísimos interés no puede proseguir ilimitadamente.
   
    Post scriptum. Evoco, en nuestro país, el caso del Banco de Comercio, vinculado con empresas financieras que ofrecían pagar una tasa de interés  notablemente mayor que la que se pagaba en el mercado. Conozco a un empresario que había ahorrado por lo menos 30 millones de quetzales; y alucinado por una tasa de interés de 14% anual, depositó su dinero en una de aquellas empresas. Pretendía obtener, entonces, anualmente, 4 millones 200 mil quetzales. Perdió los 30 millones.