Consulta sobre el aborto


Portugal se apresta a votar este domingo a favor o en contra de la despenalización del aborto, una cuestión eminentemente tabú que casi no ha despertado movilización popular pero en la cual la Iglesia Católica ha intervenido con todo su peso.


Los electores deberán responder a la pregunta «Â¿Está usted de acuerdo con la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) si es realizada, a pedido de la mujer, en las primeras 10 semanas de embarazo, en un establecimiento de salud legalmente autorizado?».

Durante los últimos sondeos, las intenciones de voto en favor del «sí­», que siguen siendo mayoritarias, perdieron terreno para situarse en 38% contra 28% del «no», con una fuerte proporción de abstenciones e indecisos.

Las reuniones o manifestaciones de unos y otros casi no han suscitado entusiasmo y quienes están en contra o a favor multiplicaron los llamados a votar, sobre todo a los jóvenes, por temor a una abstención parecida a la del anterior referéndum sobre el tema, en 1998, cuando sólo 32% de los electores fueron a las urnas y triunfó el «no».

El debate, animado sobre todo en la prensa, ha estado marcado por las declaraciones de la Iglesia, principal inspiradora del bando del «no», fuertemente implicada en el asunto. Algunos de sus representantes no dudan en amenazar de excomulgación «automática» a quienes voten «sí­».

El Partido Socialista y el primer ministro José Sócrates se pronunciaron a favor del «sí­», al igual que el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda. El Partido Socialdemócrata (centroderecha) dio libertad de voto a sus adherentes y sólo el pequeño partido conservador Centro Democrático y Social militó por el «no».

No obstante, la campaña fue esencialmente conducida por 17 movimientos de ciudadanos que se crearon para la ocasión. Afiches en las calles llamaban a votar por «Sí­, para terminar con la humillación» o por «Sí­, por la salud, por la justicia, por la dignidad».

«Â¿Negar la vida a un corazón que ya late? No gracias», afirman otros, al igual que «Â¿Contribuir con mis impuestos a financiar clí­nicas de aborto? No gracias».

Para los partidarios del «sí­», se trata ante todo de poner fin «al sufrimiento, la humillación y los riesgos» de las mujeres, obligadas a la clandestinidad por una ley que prevé hasta tres años de cárcel para quienes interrumpan un embarazo, a menos que sea a raí­z de una violación, riesgos para la salud de la madre o malformación del feto.

Socrates llamó a «combatir la vergí¼enza nacional del aborto clandestino» y defendió una ley que permite que «deje de ser un asunto de la justicia y de la policí­a».

Si gana el «sí­», Portugal se unirí­a a los principales paí­ses desarrollados, con «la consolidación de una democracia más madura» que da libre opción a las mujeres, estimó.

Los partidarios del «no» afirman por su lado querer defender el derecho a la vida «desde la concepción a la muerte», ya que «ninguna decisión humana contra la vida es legí­tima», según el cardenal patriarca de Lisboa, monseñor José Policarpo.

Aunque oficialmente la Iglesia se limita a «esclarecer serenamente las conciencias», obispos, religiosos y organizaciones católicas no se privan de lanzar anatemas calificando al aborto de «crimen abominable», «variante de la pena de muerte», «ataque contra la civilización» u «homicidio premeditado».

A unos dí­as de la consulta, una carta imaginaria de un feto que le reprocha a su madre haber permitido que le «cortaran en pedacitos» y le «tiraran a un balde» fue distribuida a los niños de dos escuelas primarias que dependen de un centro parroquial en Setubal, a 50 km al sur de Lisboa, para que sea entregada a sus padres.