A diez años de la muerte de Madre Teresa, el 5 de septiembre de 1997, su recuerdo reconforta más que nunca a los pobres, enfermos y moribundos de Calcuta en India, a los cuales la religiosa consagró su vida.
«Es más poderosa que antes», declaró a la AFP la hermana Nirmala, sucesora de Madre Teresa a la cabeza de la congregación de las Misioneras de la Caridad en Calcuta.
Vestida como su ilustre predecesora, con el famoso sari de algodón azul y blanco, la monja de 73 años asegura: «sentimos su presencia en todo lo que hacemos».
«El trabajo que hizo Madre Teresa es el de Dios. Nosotros lo continuamos gracias a las plegarias y bendiciones que nos envía desde el cielo», añade, desde la sede de la congregación ubicada en el corazón de la ex capital del Imperio británico de las Indias, ahora estado indio de Bengala Occidental (este).
Nacida bajo el nombre de Agnes Gonxha Bojaxhiu en Skopje (Macedonia) el 26 de agosto de 1910, Madre Teresa era una religiosa católica de origen albanés, que llegó como novicia a India en 1929. Tras consagrar su vida a los pobres, enfermos y moribundos de los barrios desfavorecidos de Calcuta, ciudad símbolo de la miseria en India, recibió el premio Nobel de la paz en 1979. El Papa Juan-Pablo II la beatificó en octubre de 2003, sólo seis años después de su muerte.
Enterrada en Calcuta (obtuvo la nacionalidad india en diciembre de 1951) la célebre religiosa está en proceso de ser canonizada. Sin embargo, quien se convertirá en Santa Teresa dudaba de la existencia de Dios y sufría en su fe, según revela su correspondencia publicada recientemente.
Pero en los hogares que fundó en Calcuta, su memoria está más que nunca presente.
«Â¡Amo a vuestra Madre!», exclama Sibani Kar, una mujer ciega y esquelética, encontrada errando por las calles tras haber sido expulsada de su casa por sus hijos. «Necesito atención, amor y paz antes de morir», implora, frente a un retrato de Madre Teresa.
Kar, probablemente octogenaria, es una de los 105 pensionistas de la casa Nirmal Hriday (corazón puro) abierta en 1952. «Es el lugar apropiado para morir en paz. Todos ellos esperan su muerte», explica su directora, la hermana M. Glenda.
«Los habitantes de la casa viven con el recuerdo de Madre Teresa», constata también Arjun Das, 27 años, del hogar Prem Dan (regalo de amor), ubicado en otro barrio desfavorecido y que acoge a 400 enfermos o personas en fase terminal.
«A los pensionistas les gusta escuchar las grabaciones de sus discursos y hablar de su vida», cuenta el joven, tuberculoso, acogido en Prem Dan cuando tenía siete años. «Madre Teresa vino hacia mí, puso sus manos sobre mi cabeza y me bendijo diciéndome: ’no tengas miedo, te vas a curar’», recuerda.
Diez años después de su muerte, «Madre Teresa sigue aquí, la sentimos todos los días, como si estuviera en el aire», afirma Melena Pita, una voluntaria española, como la cincuentena de extranjeros que se presentan diariamente en Prem Dan para ayudar durante sólo un día o un mes.
En la sección masculina, los voluntarios se ocupan de 150 personas, masajeando los cuerpos de los más débiles o dando arroz y pescado a los más fuertes.
Hay una pieza reservada para los que están a punto de morir: los ancianos apenas respiran, algunos más jóvenes reclaman medicamentos para calmar su dolor. Los pacientes tienes heridas al rojo vivo que no van a cicatrizar.
Entre las mujeres el ambiente es un poco mejor: ancianas se pelean. Otros más jóvenes, deficientes mentales, abrazan afectuosamente a los voluntarios.
«Sea uno o no cristiano, la caridad es universal. Todo el mundo puede aprender de Madre Teresa», subraya Eloi Gillet, un voluntario francés aspirante a cura.
Madre Teresa de Calcuta, fallecida el 5 de septiembre de 1997, fue beatificada en octubre de 2003, tras el proceso de beatificación más rápido de la historia que duró sólo cuatro años.
Fue el Papa Juan Pablo II, quien consideraba al premio Nobel de la paz de 1979 como «una de las más grandes misioneras del siglo XX», el que quiso un proceso tan rápido.
El Santo Padre admiraba mucho a la religiosa de Calcuta y deseaba que fuera directamente canonizada y proclamada Santa, sin pasar por la etapa de la beatificación, pero el Colegio Sagrado de los Cardenales se lo desaconsejó.
El proceso de beatificación de Madre Teresa se abrió en julio de 1999 con la investigación de una comisión de la diócesis de Calcuta sobre «la vida, las virtudes y la reputación de santidad» de la religiosa.
Cuatro meses antes el papa polaco había autorizado el lanzamiento del proceso de beatificación, accediendo al pedido del arzobispo de Calcuta, Monseñor D’Souza quien deseaba que el proceso comenzara antes de la expiración del plazo habitualmente fijado por el Vaticano (cinco años después de la muerte).
La religiosa fue oficialmente beatificada por Juan Pablo II el 19 de octubre de 2003 en el Vaticano durante una ceremonia que reunió a 300.000 fieles provenientes del mundo entero en la Plaza San Pedro.
La «santa de los pobres» era la 1.315ª bienaventurada proclamada par Juan Pablo II, quien fuera el mayor hacedor de Santos y bienaventurados de la historia de la Iglesia católica.
Antes de Madre Teresa, el récord de rapidez lo poseía el bienaventurado español Jose María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, beatificado 17 años después de su muerte.
Pero el mismo Juan Pablo II podría batir el récord de Madre Teresa ya que su proceso de beatificación se abrió el 28 de junio de 2005, sólo 61 días después de su muerte.
El expediente de Madre Teresa pasó luego a la Congregación por la causa de los santos que debe proponer su canonización a Benedicto XVI, único habilitado para proclamarla santa.