La masacre en la Universidad Virginia Tech (Virginia, este) del lunes que dejó 33 muertos, entre ellos al joven asesino que se suicidó, levantó la interrogante en Estados Unidos sobre cómo proteger a la sociedad de enfermos mentales potencialmente violentos.
Los responsables de la universidad debieron enfrentar ayer incesantes preguntas sobre las razones por las que Cho Seung-Hui, un estudiante surcoreano de 23 años que asesinó al menos 30 personas, no fue expulsado de la universidad tras haber sido internado en un hospital psiquiátrico por acusaciones de acoso contra dos estudiantes y aparentes impulsos suicidas.
Si bien algunas personas llegaron al extremo de pedir una reforma del sistema de salud mental en el país, en lo que al tratamiento de pacientes enfermos respecta, los expertos subrayan que la idea no es tan simple.
Un comportamiento anormal no es suficiente para forzar a un estudiante a someterse a una terapia psicológica, e incluso muchas veces los médicos más competentes tampoco pueden prever cuándo un paciente se convierte en una amenaza para sí mismo o para otros, dijeron los expertos.
«Puede haber señales, pero ser raro no es un delito», subrayó Maggie Olona, responsable del departamento de psicología en la Universidad A