Conmovedores testimonios desgarradores


Eduardo_Villatoro

 Me había propuesto no abordar en mi espacio mediático el caso del juicio incoado contra los generales Efraín Ríos Montt y Mauricio Rodríguez Sánchez, porque esperaba el veredicto del Tribunal Primero de Mayor Riesgo A, que tiene a su cargo el proceso contra el exJefe de Estado y el exjefe de Inteligencia Militar; pero es imposible mantenerme indiferente al enterarme de las atrocidades atribuidas a miembros del Ejército, toda vez que me conmueven profundamente las declaraciones de los sobrevivientes de las masacres cometidas por comisionados militares, soldados y oficiales.

Eduardo Villatoro


Independientemente de que los crímenes de que fueron víctimas miles de desarmados guatemaltecos se tipifiquen como genocidio o no y al margen de que los militares que son procesados hayan ordenado o ignorado el exterminio de desarmadas familias indígenas, me causa enorme tristeza y deprimente  indignación percatarme de los testimonios de compatriotas que cuando acontecieron los deleznables sucesos apenas eran inocentes niños o frágiles adolescentes, pero que recuerdan las barbaries perpetradas por la soldadesca, al mando de oficiales o suboficiales que, como razonablemente se intuye, permitieron y/o instruyeron que se consumaran delitos de lesa humanidad.
 
Según versiones de los testigos, sus esposos, padres, abuelos, hermanos y otros parientes que fueron masacrados o que conjuntamente con sus  familias se vieron obligados a refugiarse en las montañas, no militaban en ninguna de las organizaciones insurgentes, por más que, como lo dijo Tiburcio Utuy, quien relató con lágrimas en su rostro el sufrimiento del cual fue víctima y la forma en que observó cómo el Ejército asesinó a la población de la aldea Xix, de San Gaspar Chapul, Quiché, cuando lo hicieron ingresar a un destacamento militar, después que le “puyaron” el estómago “lo obligaron a vestirse con ropa de guerrillero”.
 
Previamente relató que “al momento que los soldados llegaron a la aldea capturaron a una mujer, luego la llevaron hasta su vivienda, donde encontraron a su hija que estaba embarazada, a quien le abrieron la panza y le sacaron el niño y luego lo estrellaron en un poste para que muriera”.
 
Otro caso es el narrado por la anciana Ana de León López, de 85 años, en torno a la forma “en que ingresó el Ejército en Santa María Nebaj, donde sacaban a la gente de sus casas, los juntaban en la iglesia, quemaron las viviendas y quienes sobrevivieron tuvieron que irse a la montaña. Allá me llevé a mis tres hijos. Mis niños murieron de hambre, pues no teníamos nada para comer”.
 
Y así se multiplican desgarradores testimonios, además de los que ya estaban consignados en los cuatro volúmenes del documento histórico “Guatemala nunca más”, al que no ha tenido acceso la mayoría de los guatemaltecos y que, por lo tanto, ignoraba hasta que repugnantes extremos alcanzó la represión de los gobiernos militares en contra de la población civil; pero ahora, por lo menos los que tienen a su alcance la lectura de los diarios, ya estarán en conocimiento de un pasado cercano, sobre todo los guatemaltecos que no vivieron los horrores de la guerra interna.
 
Pero las corrientes de la ultra derecha fascista todavía pretenden negar que poblaciones completas fueron arrasadas y sus habitantes torturados y masacrados, sin tener un ápice de compasión por mujeres, niños, ancianos y hasta nonatos.
 
(El indígena ixil Romualdo Tishudo cita a la escritora socialista francesa Flore Tristan: –Dos cosas me sorprenden; la inteligencia de la bestia y la bestialidad de los hombres).