No hay palabras para describir las sensaciones que deja una acción criminal como la de ayer en el poblado de Newtown, Connecticut, Estados Unidos, donde un joven disparó a discreción contra los alumnos de una escuela primaria, matando a veinte niños y a varios maestros, incluyendo a la directora y la sicóloga del colegio. El mismo Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, lloró cuando habló a la Nación para comunicar la tragedia y anunciar acciones firmes para impedir que se sigan sucediendo estas tragedias que superan las expectativas de cualquier terrorista enemigo de Estados Unidos.
La letal combinación de algún desequilibrio mental y la posesión de armas de combate con enorme capacidad de fuego hace posible que se produzcan muchas masacres como las que ha sufrido Estados Unidos en los últimos tiempos, pero este crimen cometido contra niños inocentes y totalmente indefensos, asesinados tiro a tiro mediante disparos de pistolas automáticas, lo que da la idea de la sangre fría que mostró el asesino que tuvo que cambiar de magazine de sus armas para disparar alrededor de cien tiros, mientras asesinaba a niños de preprimaria y de los cuatro primeros grados de primaria, es sin duda lo peor que ha ocurrido en ese país.
Ayer mismo, en China, otro sujeto desequilibrado atacó también a niños de una escuela, pero sin acceso a armas de fuego lo hizo con cuchillo y logró herir también a una veintena de escolares. Ninguno de ellos murió, lo que marca un notable parangón que la sociedad norteamericana tendrá que evaluar para sacudirse al fin del tenebroso cabildeo de los grupos que defienden el irracional derecho a la posesión de cualquier tipo de armas y la eliminación de controles y chequeos previos para autorizar la venta y posesión legal de armas de fuego.
Dios dispuso que ayer mismo ocurrieran dos hechos tan similares con resultados tan distintos que sirven para reflexionar sobre las armas. Y también hay que hacer notar que el asesino de Newtown no utilizó el fusil de asalto que llevaba, lo que hace que el debate no se centre únicamente en la venta de esos fusiles, sino también en las pistolas que sirvieron para ejecutar esa masacre.
El debate sobre si la posesión de armas de fuego por personas estables y decentes disminuye o aumenta la violencia es uno de los más intensos en la sociedad norteamericana de hoy, precisamente por la cantidad de crímenes violentos y de ataques masivos que se multiplican en los últimos tiempos.
Los sucesos espantosos de ayer en una pequeña y tranquila comunidad, donde no había habido más que una muerte violenta en los últimos diez años, conmueve a Estados Unidos y al mundo que ora por las familias afectadas.
Minutero:
Sentimientos de dolor
embargan a la humanidad
por esa gran fatalidad
que ha causado tal pavor