Las 228 víctimas de 29 nacionalidades del vuelo Río-París que el 1 de junio de 2009 cayó al Atlántico por causas aún desconocidas recibieron el martes en París dos sentidos homenajes en presencia de cientos de familiares, de personal de Air France y de autoridades francesas.
Más de mil 150 personas, entre éstas 900 familiares -138 de los cuales llegaron el lunes de Brasil- asistieron a primera hora a una ceremonia ecuménica celebrada a puerta cerrada en un salón del Parque Floral, en el este de la capital.
El secretario de Estado francés de Transporte, Dominique Bussereau, el director general de Air France, Pierre Henri Gourgeon, el director general de la Oficina de Investigaciones y Análisis (BEA), Jean Paul Troadec, y el secretario general del constructor aeronáutico europeo Airbus, Marc Fontaine, participaron en el homenaje.
«Ceremony – Ceremí´nia – Cérémonie – Zeremonie» rezaba un cartel con fondo celeste y azul oscuro y el dibujo de varias golondrinas en la entrada del parque, al que acudieron familiares como la brasileña Julienne Owonolo, de 27 años, quien perdió a su padre en la tragedia.
«Para ser honesta, soy Testigo de Jehová y creo que no es necesario hacer ceremonias y poner flores. Rezo por mi padre todos los días», explicó la joven antes de confesar que no se atrevía a entrar en el parque porque creía que era un cementerio.
Oriunda de Rio de Janeiro y abogada como su padre, declaró «confiar» en que algún día se conozcan las causas de la tragedia, que sigue sin tener una explicación técnica pues las cajas negras permanecen en algún lugar del océano.
Hasta ahora, la BEA considera que un mal funcionamiento de las sondas (sensores de velocidad) Pitot (del fabricante francés Thales) es «uno de los factores» del accidente, pero sólo las cajas negras permitirán comprender las causas exactas de la tragedia.
Sin pelos en la lengua y en representación de las familias brasileñas, Nelson Marinho afirmó al final de la ceremonia que vino a París «para protestar contra la BEA que nunca fue transparente, que empezó en cero y terminó en cero» sus investigaciones para esclarecer las causas del accidente.
«Seguimos sin saber nada sobre lo ocurrido porque ellos no quieren saberlo», agregó, refiriéndose a Air France, a Airbus, a la BEA y a Thales.
«Las grandes empresas no quieren conocer la verdad pues son culpables y cuando hay culpables ante un tribunal, hay que entregar importantes indemnizaciones», sostuvo.
La justicia brasileña condenó en marzo pasado a Air France a pagar 2,04 millones de reales (1,15 millones de dólares) por daños morales a la familia de una de las víctimas mortales en una de las primeras sentencias tras el accidente que costó la vida a 12 tripulantes y a 216 pasajeros.
Entre éstos viajaba también Kader Benotmane, de 39 años, que ese día fatídico volvía de Río tras pasar unas vacaciones con un amigo que se había ganado un viaje a Brasil para dos personas, explicó el martes su hermano.
Saíd Benotmane asistió a la ceremonia «para rendirle homenaje» aunque se declaró «convencido de que nunca tendremos una respuesta» sobre las causas.
Asociaciones de familiares de las víctimas reclamaron el lunes en París la participación de expertos internacionales en las investigaciones, la creación de una comisión de peritaje paneuropea y una cuarta búsqueda de las cajas negras.
Según Marinho es «inconcebible» que aún no se hayan encontrado las cajas negras «con todos los medios desplegados» y ni tan siquiera «una turbina de acero que tiene el tamaño de una casa».
Los familiares se trasladaron por la tarde al cementerio parisino de Pí¨re Lachaise donde se desveló una estela con 228 golondrinas impresas en un material transparente.
Durante la ceremonia en el Parque Floral, responsables de cuatro confesiones religiosas -católica, musulmana, protestante y judía- y familiares de las víctimas leyeron textos y poemas entregados a los asistentes en seis idiomas, entre éstos en portugués, como un extracto del Principito de Saint-Exupery.
En su capítulo XXVI dedicado a los «cascabeles» habla del «sentimiento irreparable» de hacerse a la idea de no escuchar nunca más la risa del ser querido y concluye: «…será como se te houvesse dado, em vez de estrelas, montoes de guizos que riem…».