El Congreso estadounidense se dispone a aprobar esta semana un proyecto de ley de presupuesto de gasto corriente para 2009 que recorta programas de ayuda exterior y afecta con medidas proteccionistas a socios como México.
El paquete, de unos 410.000 millones de dólares, corresponde al gasto público para que el gobierno estadounidense continúe operando durante este año.
El gobierno Obama lo presenta como imprescindible para contribuir a la lucha contra la recesión económica, mediante un aumento de más 8% del gasto público.
La oposición lo ha criticado abundantemente por considerarlo una tapadera de gastos inútiles, destinados a satisfacer los distritos electorales demócratas.
Para América Latina, sin embargo, puede significar una señal de cierto proteccionismo, que ya tuvo un primer ejemplo con la cláusula «Compre Estadounidense», aprobada dentro de su reciente plan de estímulo económico de 787.000 millones de dólares.
El paquete de 410.000 millones de dólares, denominado «ómnibus» porque agrupa el gasto de diferentes sectores, incluye una cláusula que rescinde la posibilidad para los camiones mexicanos de cruzar la frontera libremente.
La cláusula estipula que los fondos públicos para la agencia que se encarga de la seguridad vial no podrá «continuar, promover o permitir de ninguna manera un programa (…) que permita a compañías de transporte mexicanas operar más allá de las zonas comerciales en la frontera».
Unos 500 camiones mexicanos consiguieron a partir de 2007, tras casi 15 años de lucha, cruzar libremente la frontera de acuerdo al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Hasta entonces sólo podían descargar en una zona de 20 millas dentro del territorio estadounidense.
El gobierno estadounidense autorizó finalmente ese programa piloto para aquellos camiones que cumplían con todas las normas ambientales y de seguridad, pese a la oposición de los sindicatos transportistas.
El gobierno mexicano no oculta su malestar por esa posible marcha atrás, en una lucha que se remonta como mínimo a la firma del TLCAN en 1994.
México advirtió a finales de 2008 que está dispuesto a volver a presentar una demanda ante los paneles comerciales del TLCAN, como ya hizo en el pasado.
El plan presupuestario, que debe ser aprobado por el Congreso antes del viernes, también plantea reducir a casi la mitad los fondos de la Cuenta del Milenio, de 1.500 millones a unos 875 millones.
La Cuenta del Milenio es un programa lanzado en la anterior administración del presidente George W. Bush, de ayuda a países pobres. Países como Paraguay o Nicaragua se han beneficiado de sus fondos, aunque éste último vio suspendida la ayuda a fines del año pasado tras irregularidades en sus comicios municipales.
El Plan Colombia también se verá afectado por el programa presupuestario, que cuenta destinar 545 millones de dólares para la cooperación antidrogas con dicho país. Aunque fuentes legislativas demócratas aseguraron a la AFP que el monto global es prácticamente el mismo, cambia su distribución interna.
Se destinarán más fondos a los programas sociales y de reinserción. Al mismo tiempo, el texto endurece las condiciones de ayuda, y pide al departamento de Estado que informe regularmente al Congreso sobre el respeto a los derechos humanos en Colombia.
El departamento de Estado deberá comprobar, por ejemplo, que «el gobierno de Colombia está desmantelando las redes paramilitares», y que «ha cortado vínculos» con ellas, según el texto.
El plan ómnibus, finalmente, recorta ligeramente la ayuda de 315 millones de dólares destinada en los presupuestos anteriores a la lucha antinarcóticos en los países andinos.
La Reserva Federal estadounidense (Fed) pintó ayer un cuadro nefasto de la actividad económica de Estados Unidos en enero y febrero, afirmando que el conjunto de los sectores está hundido en una profunda recesión.
«La coyuntura económica nacional se deterioró aún más» durante este período, afirmó el documento conocido como «libro beige» de la Fed, que se basa en informaciones recogidas hasta el 23 de febrero.
Esta constatación llevó a la Fed a estimar «las perspectivas de un mejoramiento a corto plazo de la coyuntura como débiles, con una recuperación importante que no es esperada para antes de fines de 2009 o comienzos de 2010».
El PIB ya se contrajo 6,2% en el cuarto trimestre, y el presidente estadounidense Barack Obama previó el lunes que el primer trimestre «no promete ser mejor».
«Con los despidos en alza y el congelamiento de contrataciones, el desempleo subió en todas las regiones, reduciendo o eliminando totalmente las presiones a favor de un alza de salarios», declaró la Fed.
«Lo que informaron los bancos y otras instituciones financieras mostró nuevos retrocesos de la demanda de préstamos por parte de las empresas, un leve deterioro de la calidad del crédito en las empresas y los consumidores, y un nivel de crédito disponible siempre acotado», detalló la Fed en este documento, que le servirá de base de trabajo para su reunión de política monetaria el 17 y 18 de marzo.
El Banco Central tiene una tasa directriz que alcanzó su nivel mínimo, ya que fue fijada desde diciembre a una gama de 0,00 a 0,25%.
El sector financiero estadounidense no sale de sus problemas, según la Fed.
«Lo que reportaron los bancos y otras instituciones financieras indicó nuevos retrocesos de la demanda de préstamos por parte de las empresas, un leve deterioro de la calidad del crédito en las empresas y hogares, y un nivel de crédito disponible siempre restringido», dijo.
«Los prestamistas continuaron imponiendo normas estrictas para todos los tipos de préstamos, con información dispersa sobre un nuevo estrechamiento y una atención particular para los proyectos de construcción y las transacciones en el sector inmobiliario comercial», explicó la Fed.
La industria está muy afectada. «Las estadísticas sobre la actividad industrial mostraron bajas brutales en algunos sectores, y bajas pronunciadas en su conjunto», se inquietó la Fed.
Los servicios (fuera de los servicios financieros) son también víctimas de una «baja considerable de la actividad acompañada de vastas supresiones de empleos» que se ve a su vez reflejado en la disminución del consumo, motor de la economía estadounidense.
Plan de estabilización de los bancos o plan de reactivación, salvatajes de ex sociedades estrella, las medidas decididas por el gobierno de Barack Obama para apuntalar la economía estadounidense no encontraron el eco esperado en Wall Street, en caída desde el inicio del año.
El 20 de enero, día de la investidura del presidente Obama, el Dow Jones -el índice más importante de la Bolsa de Nueva York- cayó 4% y cerró bajo los 8.000 puntos por primera vez desde noviembre.
Con el correr de los días la situación no hizo más que empeorar: el Dow Jones inició marzo rompiendo el umbral de los 7.000 puntos por primera vez en 12 años, fijando pérdidas de más de 20% desde la investidura presidencial.
El nerviosismo de los inversores, medido por un índice sobre volatilidad apodado «índice del miedo», alcanzó el lunes su nivel más alto desde la toma de mando de Obama.
Frente a este derrumbe, el presidente repitió el martes su negativa de tomar los resultados de Wall Street como marco de referencia.
«El mercado bursátil está como una encuesta política. Esto sube y esto desciende cada día. Y si uno se pasa todo su tiempo preocupado por eso, probablemente acabará por equivocarse sobre la estrategia a largo plazo», dijo.
Del lado de los inversionistas «el gran temor es saber si el plan de reactivación del presidente Obama va a ayudar o a penalizar la economía a largo plazo. Sus proyectos para Estados Unidos suscitaron muchísima controversia e incertidumbre», dijo Al Goldman, analista de Wachovia Securities.
¿Cuestión de ritmo? Para Art Hogan, de Jefferies, el mercado debió adaptarse al hecho de que la reactivación contemplada por el Ejecutivo es relativamente larga y se extiende sobre tres años.
Pero por otra parte «los numerosos inversionistas parecen afectados por el gran cambio de política y su implementación muy rápida», estimó Frederic Dickson, de D.A. Davidson.
Esto alimentó por otra parte la crítica sobre la intervención del Estado y de las medidas juzgadas contrarias a la economía de mercado.
¿Cuestión de confianza? El mercado en estos días no se ha calmado ni con los anuncios del nuevo secretario del Tesoro, Timothy Geithner, ni por las declaraciones del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, en el puesto desde 2006.
Globalmente, el mercado considera que solamente el 10% del plan de reactivación será realmente eficaz, explicó Gregori Volokhine, de Meeschaert Nueva York.
El plan de estabilización financiera de Geithner, anunciado el 10 de febrero y juzgado demasiado vago y demasiado complejo, fue acogido por caídas de más de 4% de los índices.
Quince días más tarde, la nueva estrategia de rescate de los bancos en dificultades, seguida de las nuevas intervenciones en el banco Citigroup y la aseguradora AIG, sólo aceleraron la caída de los valores financieros.
Los planes se revelaron «mucho más diluidos que lo que esperábamos», explicó Art Hogan, y los accionistas se vieron perjudicados por una creciente intervención del Tesoro.
Es el caso de Citigroup, cuyo título perdió 39% el 27 de febrero, al día de intervención de Washington en su capital.
Para Hogan el mercado sólo se adapta a las medidas anunciadas por Washington, que no son favorables a los inversionistas.
Estos últimos también se muestran confundidos entre tanta medida, dijo Steven Ricchiuto, economista de Mizuho Securities.
«El hecho de que no se divulguen los detalles de los complicados programas para Citigroup o AIG acentúa la idea de que los responsables políticos improvisan sobre la marcha», explicó.