Confrontación a la vuelta


En los últimos 10 ó 15 años he observado cómo cada dí­a que pasa nos distanciamos más y todo el ambiente socioeconómico que nos envuelve nos conduce a mayores polarizaciones fomentadas, incluso, algunas veces inconscientemente, por sentimientos negativos que van, desde la indiferencia hacia los problemas de los demás, hasta los odios mas enconados contra una persona, o grupos sociales en particular.

Héctor Luna Troccoli

Los conceptos ladino-indí­gena, por ejemplo, se han polarizado aún más y aunque parezca paradójico, por la misma concepción que tienen los indí­genas de los ladinos y lo que antes fue discriminación de los últimos hacia los primeros, pareciera que se va convirtiendo en una cosa al revés, lo cual no es fácil de percibir en la capital, pero sí­ en el interior de la República, cuando uno visita poblados alejados y desprotegidos, en donde muchos lí­deres comunitarios aducen que los autores de sus males son los ladinos quienes, se nota ostensiblemente, son vistos con recelo y desconfianza, quizás porque históricamente las cicatrices de la llamada «conquista» no han cerrado y porque también es cierto que ladinos e indí­genas nuevos ricos, atropellan a los campesinos con sueldos ingratos y maltratos fí­sicos y de palabra.

De aquí­ proviene otro tipo de confrontación, pero ya no por razones sociales e históricas, sino económicas: el de ricos y pobres, lo cual es aún más difí­cil de cambiar y de minimizar porque es patente la enorme brecha que existe entre una minorí­a que vive en la opulencia más insultante, hasta aquellos que viven -y seguirán viviendo- en la pobreza y extrema pobreza con pocas posibilidades de salir de ella, ya que el Estado, durante muchos años no ha trazado lí­neas de acción a largo plazo que permita que los menos favorecidos puedan tener acceso a una vida digna en donde al menos en educación, alimentación, salud y vivienda se conviertan en el esfuerzo conjunto de las fuerzas sociales e instituciones que tienen la posibilidad de hacerlo y en donde los polí­ticos que toman por asalto el Estado entiendan que no es para enriquecerse que ocupan un cargo, sino para servir, como definen todos los tratadistas en derecho administrativo y nuestra propia ley de servicio civil al funcionario y empleado: SERVIDOR PíšBLICO.

Pero hay un tercer aspecto que también es importante: el de la inseguridad permanente en que vivimos, desde las maras hasta el narcotráfico pasando por la amplia gama de sujetos que pertenecen al mal llamado crimen organizado, que han sembrado en nuestros corazones el resentimiento, el miedo, la indiferencia, el odio que se traslada casi siempre hacia otros inocentes, y fundamentalmente, la desconfianza mutua que nos aleja de la solidaridad que debiera existir entre quienes hemos nacido en una sola patria.

   Estas y otras situaciones, entre ellas, la más reciente de la marcha de miles de indí­genas el 12 de octubre, fecha que para mí­ en lo personal no representa nada, para exigir el cumplimiento de promesas hechas por escrito por el gobierno en julio de este año y que no se han cumplido, relacionadas principalmente con temas de la «madre tierra», como la minerí­a y una reforma agraria como la que trató de impulsar el coronel Jacobo Arbenz Guzmán, lo que provocó su caí­da por haber lastimado los intereses del imperio grande, los Estados Unidos, y el imperio chico, los terratenientes de Guatemala.

Colom, por su parte, para que Uribe no se llevara una mala impresión, «prometió» que los recibirí­a el 15 de octubre a las 12 horas en Casa Presidencial, para discutir los temas pendientes. Al momento de escribir esta nota, no sé cuál ha sido el resultado de la reunión pactada, aunque de antemano, ya los dos protagonistas han manifestado sus posiciones confrontativas, por su parte, Colom, como es muy usual en él, reculó en lo que dijo y ha manifestado que «esos problemas no le compete resolverlos él» y que «no tiene nada que ver con este caso al cual no se va a meter» y por otra parte, un dirigente de los campesinos ya dijo, también como es usual en ellos, ya dijo que no van a dialogar sino a recibir respuestas (positivas supongo), a sus planteamientos.

Y lo más probable, como ya lo anunciaron los grupos campesinos, esto los llevarí­a a tomar medidas de hecho mas fuertes, que  al Gobierno y a Colom les viene del norte pues en el fondo no los afectan, ya que quienes resultan jodidos, pero bien jodidos, son los de menores recursos: los trabajadores que viajan en bus (con el riesgo de morir en cada viaje), porque no tienen ni bicicleta, ni moto, ya no digamos un vehí­culo; pero también se friegan esos otros trabajadores que van en cicle o moto o en su vehí­culo que no por eso son ricachones o «capitalistas», se joden también los niños que van al colegios, las madres trabajadoras que sobreviven con su sueldo. Es decir, los más necesitados joden a otro necesitados como ellos, aunque su condición socio-económica pudiera parecer mejor.

Desde luego sólo como un daño colateral diremos que dos artí­culos constitucionales entran en conflicto y contradicción: el 26 que nos permite la libertad de locomoción y el 33 que reconoce el derecho de manifestación pací­fica y sin armas. (Por cierto me llamó la atención en las manifestaciones del 12 la gran cantidad de mujeres indí­genas que habí­an,  hombres, con y sin capucha armados con palos y machetes, que para los efectos de la ley pueden utilizarse como armas contundentes y punzocortantes, y un dirigente de Conic vestido como ladino y que le costaba hablar como indí­gena).

De todas formas, lo que más lamento de estos y otros muchos hechos que están sucediendo o por suceder, es que el grado de confrontación sea cada vez más grande entre quienes se suponen son «hermanos» que hace que esta bella patria nuestra siga agonizando y sufriendo, hoy, como hace 517 años.