Con una mochila, una guitarra y unos versos de Borges


Así narra la canción «Marta» de Ricardo Arjona su bohemio inicio en Buenos Aires, en una de sus tantas aventuras internacionales. El Animal Nocturno, como se autodenomina en más de una pieza, ha logrado un éxito profesional que eriza la piel.

Jorge Rojas Arzú A-1 758764
jorgerojasarzu@gmail.com

 


En lo personal, he seguido su música y carrera con gran interés desde principios de los años 90 y no puedo sino celebrar el impacto extraordinario que su producción artística ha tenido, autografiada con autoridad en su actual gira mundial. Con evidente nostalgia en los conciertos ofrecidos en nuestro país, el cantautor decía «…allá me sentaba con mi papá, debajo del marcador…» mientras señalaba el sector general norte del Mateo Flores. Compartir este tipo de anécdotas seguramente causaron una extraña sensación con mezcla de orgullo e incredulidad de que tal talla de artista pudiera haber estado caminando entre nosotros, como un espectador más.

Creo que su extraordinaria habilidad para presentar la cotidianidad condimentada con su genialidad artística es lo que ha logrado que su música sea tan exitosa. Contrario a muchos otros hits musicales que son como llamativos globos de colores que se pinchan y no tienen nada adentro, la música de Arjona me parece verdaderamente única y especial: no la escucho, sino la analizo y la contemplo. Sus canciones se viven como pequeñas historias recurrentes que invitan a sumergirse en ellas; cada canción es un capítulo y cada disco es un tomo en la enciclopedia de la vida.

Más importante aún que la calidad de su producción es su calidad como persona. Su Fundación Adentro, su apoyo a Gaby Moreno, su humildad y espontaneidad, su fidelidad a su estilo, su perseverancia, su abierto agradecimiento, el amor a su país hacen del cantautor un ser humano admirable. Con tantos logros, especialmente en la parte económica, muchas personas ya se habrían asfixiado en vicios hace buen rato. Bien por él, ya que solo me atrevo a pensar que después de durísimos obstáculos en sus inicios, el sabor a miel del éxito lo disfruta mejor con serenidad y humildad. He visto como muchas personas llegan a la cima del éxito solo para darse cuenta que están en la cima equivocada, pero en el caso de Arjona me alegra genuinamente ver que ha conquistado su cima.

Entre tanta corrupción, violencia y podredumbre que experimentamos a diario en nuestro país, es doblemente reconfortante, casi anestésico, hacerse esta infusión de optimismo al presenciar la destacada carrera de un guatemalteco. Con el lanzamiento de la canción y del videoclip «Fuiste Tú», Arjona logró mayor expectativa, sentimiento de orgullo y esperanza nacional que cualquier otro político o líder del que yo tenga memoria, tal vez solo igualado por los resultados recientes de la selección Sub-20. Increíblemente, esto generó algunas críticas de sus detractores sobre las cuales no quiero desperdiciar ni mi tiempo ni este espacio editorial más allá de mencionar que me causaron una vergüenza ajena similar a la que sentí en el incidente de Facundo Cabral.

Afortunadamente, existen muchos otros guatemaltecos que han destacado fuera de nuestras fronteras en el ámbito deportivo, médico, académico, científico, humanitario, artístico y cultural. Sus logros sin embargo, son menos vivenciales que la música o el futbol y por tanto menos emocionales, conocidos y aplaudidos; pero no por eso menos importantes. Independientemente de esto, ojalá que esta inercia que deja Arjona nos dure mucho tiempo y se contagie a muchísimos jóvenes sea cual fuere la rama donde se desarrollen y que sean exitosos sin tener que necesariamente irse del país para lograrlo. Guatemala lo necesita y lo merece.