¿Con qué clase de dirigentes sindicales contamos?


Es cierto, no es primera vez que se pone sobre el tapete la honorabilidad de dirigentes que tienen en sus manos la representatividad de diversos grupos sociales que integran nuestra sociedad. Tampoco es cosa nueva en el mundo que los llamados lí­deres sindicales resulten tener los pies de barro y que a la primera de cambios sus figuras terminen por los suelos para deleite de quienes hasta por hábito pisotean los derechos fundamentales de los trabajadores. Sin embargo, es triste comprobar que no hay dí­a de Dios que a la población no se le caigan sus ilusiones, esperanzas o anhelos porque algún dí­a haya lí­deres en quienes pueda confiar por su capacidad, honradez y transparencia.

Francisco Cáceres Barrios

Recientemente dos casos se han ventilado en los medios de comunicación y que ojalá se hiciera en donde debe de ser: en los tribunales de justicia. El maestro Joviel Acevedo, va a ser objeto de una demanda ordinaria para que por fin pueda ser destituido del cargo de profesor titular de cuarto grado, de la Escuela 20 de Octubre, de Morales, Izabal, en donde cobra un salario de Q.3,800 sin cumplir con las funciones inherentes al cargo y es sustituido por un docente a quien él mismo le paga para que lo desempeñe. De acuerdo a la información proporcionada, al maestro Joviel sus actividades «sindicales» le impiden el cumplimiento de su deber. Según la ministra del ramo, su prolongada ausencia es injustificable y causa suficiente para cancelar su relación laboral, por lo que el proceso administrativo para su despido ha sido totalmente satisfecho; sin embargo, para hacerlo efectivo habrá que esperar la resolución del tribunal, lo que bien podrá durar hasta tres años más. ¡Vaya esperanza!

El segundo caso es más penoso y dramático que el anterior, se trata del dirigente Nery Barrios de León señalado de haberse apropiado de un millón de quetzales para pagar deudas personales y abrir una cuenta a su nombre, de los cinco millones y medio que la Empresa Portuaria Quetzal pagó para indemnizar a 172 familias campesinas que ocupaban los terrenos, con la compra de una finca cuya transacción a cargo del lí­der sindical a la postre resultó fraudulenta.

¿Quién tiene la razón? ¿Serán ví­ctimas de las circunstancias, de la enemistad nacida por sus actitudes y comportamientos de lucha frontal ante los gobiernos de turno o es que en verdad son ejemplos vivientes de las figuras que aparentan ser toda una maravilla pero a la postre resultan ser lobos con piel de oveja? Ni usted ni yo, estimado lector, podemos juzgarlos; sin embargo, estamos frente a dos lí­deres sindicales con el prestigio por los suelos, sin que puedan merecer el más mí­nimo crédito, respeto, confianza y credibilidad. ¿Quo Vadis, Guatemala?