Con mis crayones nuevos


Luis-Fernandez-Molina_

Quisiera ser como los años que de tanto en tanto se renuevan. Quisiera empezar un nuevo ciclo en blanco como sábanas recién compradas, como cuadernos que encubren entre sus hojas el aroma de papel virgen y tinta fresca. Enero marca el inicio. Trae a la mente el recuerdo de los años escolares. Evoca la emoción de releer la lista de útiles y la expectativa por ver el listado de la clase en esa caprichosa designación que anualmente hacían los profesores. ¿Qué amigos tocaron en mi sección? ¿Habrá algunos “nuevos”?

Luis Fernández Molina


Sentir la fragancia del bolsón nuevo que hasta ese momento solo abriga esperanzas, y pasar un reconocimiento sobre todas las piezas dispuestas como mis fieles ayudantes: con toda solemnidad sacarle punta a los lápices y aspirar la esencia de árbol que todavía derrama la madera horadada. Contemplar los borradores que no han expiado aún mácula alguna y que huelen, sí, a borradores nuevos. Luego vienen los cuadernos, unos de líneas, otros de cuadrícula grande y cuadrícula pequeña, otros con líneas especiales para caligrafía y por último aquellos con hojas en blanco. Seguido viene mi colección de crayones, de muchos colores, que prometen nuevas Sixtinas. Allí, sobre la mesa y junto a los frascos de pegamento, las tijeras y las reglas, estaban sobre la mesa mis mayores tesoros materiales. Y colgado el uniforme haciendo vela como sotana de fraile o como capa de templario.

Pero más que los días escolares lo que en el fondo se añora son esos primeros años de la vida. Esa época donde reinaba la imaginación ilimitada arropada por la candidez y la ingenuidad. Esa ignorancia sana, natural de la edad, que sirve de estímulo para adquirir nuevos conocimientos. Ese tiempo al que quisiéramos retornar y pedir, como García Lorca al Señor “que me devuelva/ Mi alma antigua de niño/ Madura de leyendas/ con el gorro de plumas/ y el sable de madera.” Sí, son los años de la inocencia y la simplicidad. Una ingenuidad pura que no es más que la transparencia en nuestras actuaciones y la convicción de que todos actúan de igual forma. Como vivir en un mundo de cristal donde no caben los dobleces cuando somos dueños de nuestra conciencia y no esclavos de interés ajeno. Actuar de buena fe. Claro, la vida nos va dando sus lecciones y va formando esa coraza que amenaza con ahogarnos y opacar los pocos destellos de candidez. Pero ese niño no queda relegado a los viejos calendarios y las fotos antiguas; ese niño está allí siempre vivo, todo el tiempo con nosotros; quiere asomarse y respirar en medio del pantano de malicia que nos impone el mundo moderno. Por eso debemos hacer el esfuerzo de escuchar los cantos y las preguntas espontáneas de ese niño que llevamos adentro. Ser algo más niños. Es claro que los niños son “como niños” y por ello les corresponde el reino, pero cuando lo dijo Jesús no se dirigió a ellos, estaba hablando con los adultos y resaltó que ese reino es de los que aquellos adultos que sean como niños (Lucas 18:16; Marcos 10:14; Mateo 19:14). Ojalá en este año 2012 podamos todos contemplar y consentir a ese niño que llevamos dentro. Feliz Año.