Con flota naval, pero sin salida al mar


Mongolia tiene una ubicación geopolí­tica muy comprometida, con China y Rusia entre sus fronteras. Como parte de sus caracterí­sticas geográficas, no cuenta con salida al mar. FOTO LA HORA: AFP

Desde su pequeño despacho en Ulan Bator, Banzaragchaa Altan-Od controla los barcos que navegan por todo el mundo bajo bandera de Mongolia, un paí­s encerrado entre Rusia y China, sin salida al mar, pero con una flota de más de 300 naví­os, 23 de ellos petroleros.


Sikhbaatar Barbold (abajo), primer ministro de Mongolia, durante su toma de posesión la semana pasada. FOTO LA HORA: AFP D. RENTSENDORJ

La Administración Marí­tima de Mongolia, situada en una ciudad a unos 1.400 kilómetros del puerto más cercano, ha registrado más de 1.600 barcos desde su puesta en marcha en 2003. Actualmente, 300 naví­os de más de 40 paí­ses diferentes navegan bajo bandera mongola. De ellos, 23 son petroleros, precisa esa entidad.

El inesperado éxito marí­timo del paí­s asiático se debe a que los gastos de registro para hacerse con una bandera mongola son entre un 5 y un 10% menores que los precios de mercado, explica Altan-Od, jefe de la Administración.

Además, las compañí­as marí­timas que enarbolan los colores mongoles -rojo, azul y amarillo- se benefician de ventajas fiscales.

Esta actividad representa mucho para un paí­s pobre en ví­as de desarrollo como es Mongolia, pues le proporciona 350 mil dólares anuales.

«Sólo es el principio de nuestras operaciones comerciales. Las extenderemos y nos concentraremos en una oferta de servicios de calidad», anuncia Altan-Od, que estudió derecho marí­timo durante dos años en Suecia.

La Administración tiene su sede en Ulan Bator, pero los registros los gestiona una empresa de Singapur, la Sovereign Ventures.

Para trabajar mejor, la Administración mongola pretende -afirma Altan-Od- abrir una zona franca en el puerto chino de Tianjin, a unos 120 km al este de Pekí­n y a 800 km de la frontera mongola, antes de 2012.

Esto darí­a una especie de salida marí­tima a los ricos recursos mineros de Mongolia, permitiéndole a su vez importar petróleo.

«Hacemos negocios con los chinos para extender nuestras actividades marí­timas», dice el responsable.

El principal cliente de Mongolia es Japón, que tiene 54 barcos registrados en el paí­s asiático. Le siguen Singapur (42 barcos), Indonesia (24) y Camboya (23).

Pese a una adversa ubicación geográfica, Mongolia tiene a sus espaldas su propia historia marí­tima: hace más de 700 años, cuando Kublai Khan era su lí­der, el imperio mongol tení­a una flota muy importante. En uno de sus naví­os Marco Polo volvió a Europa procedente de China.

El gran destino de la marina imperial mongola quedó brutalmente interrumpido en 1281, cuando un ciclón destruyó sus 4.000 naves -matando a 100.000 marinos- que trataban de invadir Japón.

La nueva marina, esta vez comercial, también ha conocido momentos negros. Perdió dos barcos en septiembre, uno frente a India y otro en el estrecho de Malaca, presuntamente debido a que iban sobrecargados.

Además, tiene que limpiar su imagen de las recurrentes acusaciones de estar implicada en tráficos ilegales.

«Se cuentan todo tipo de historias sobre la implicación de Mongolia en el contrabando. Pero nosotros no participamos en ninguna acción ilegal. Todos nuestros acuerdos estipulan que no toleraremos el contrabando en nuestros barcos», desmiente Altan-Od.

Y para evitar hasta la mí­nima polémica, la Administración mongola incluso ha decidido este año deshacerse de su único barco norcoreano. «Queremos evitar toda controversia polí­tica», explica su responsable.