Con amigos así­, para qué enemigos


«Son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen».

Gracian

Edith González

Me parece realmente doloroso lo que les está ocurriendo a los inversionistas de la Organizadora de Comercio, entidad que funcionó a la sombra del Banco de Comercio. Y digo a la sombra porque sus operaciones nunca estuvieron reguladas por las leyes de nuestro paí­s.

Es muy triste para una persona ver cómo de la noche a la mañana sus ahorros, producto de sacrificios, de negaciones de gustos y placeres, desaparecen. Cómo el dinero de la herencia de sus padres ya no está. Es difí­cil aceptar que las inversiones realizadas en la búsqueda de un mejor futuro para los hijos se esfuman.

Eso lo entiendo perfectamente. Lo que me cuesta entender es por qué los afectados por la Organizadora de Comercio, la Offshore que funcionaba a través del Banco de Comercio, inviertan su tiempo, su salud y esperanzas en mirar al pasado y culpar al vecino por un mal negocio y todaví­a pretenden que el Estado de Guatemala les pague lo que los otros se llevaron.

Si así­ fueran las cosas sólo bastarí­a con que cualquier persona que se sintiera o supiera estafada reclamara al Estado a través del formulario XXP-5AV y pudiera recibir de vuelta su inversión, a costa del dinero de los impuestos por sobre la educación, salud y seguridad del resto de la población.

Pero lo que si definitivamente no comprendo es como estos señores y señoras que se han volcado a las calles a reclamar el resarcimiento de sus pérdidas por parte del Estado se hacen representar por abogados que prestaban sus servicios a la Organizadora de Comercio y también reciben su asesorí­a.

Y ahora que las autoridades han revelado que algunos de los abogados de los afectados también fueron parte de la Organizadora de Comercio, es decir, de los estafadores, se entiende por qué han orientado las protestas contra el Estados. Ellos -los abogados de dos caras- no quieren que la persecución los alcance a ellos y a sus clientes primarios.

La situación de los abogados es clara, pero la de los inversionistas es realmente patética, fuera de lógica y sin sentido. Y no me refiero al reclamo de una inversión, sino a la contratación del enemigo para librar una causa contra él, al reclamo a Juan de la deuda de Pedro y a su falta de juicio lógico.

Es mucho más fácil reclamarle al gobierno el pago por una estafa cometida por una empresa privada e ilí­cita, que esperar la resolución del conflicto por la ví­a adecuada, es decir, por los tribunales, de un reclamo que saben, de antemano, perderán.

Pero bueno, los abogados nada que perder, y aún pueden captar otros quetzalitos de los incautos.